Es un error que se comete por extraer conclusiones mucho mayores de lo que se pudiera a partir de un conjunto de datos que aparecen establecidos con cierto grado de seguridad. Es decir, se usan ejemplos que son ciertos para sostener argumentaciones que no se siguen a partir de estos, para afirmar lo que no dicen. Pertenece al grupo de las falacias de generalización y aparece directamente en relación con la llamada generalización precipitada, cuando se llega a conclusiones inapropiadas a partir de casos excepcionales o de muestras que resultan insuficientes. En ambos casos se hacen afirmaciones que resultan inválidas por olvido o exclusión de otras alternativas diferentes, las cuales, cuando se tienen en cuenta, arrojan una perspectiva distinta sobre aquello que se ha afirmado.
Constituye una falacia muy común en el campo de la política a la hora de interpretar la voluntad popular a partir del voto ciudadano: “En estas elecciones, nuestro partido ha obtenido cuatro millones de votos, lo cual perfila un triunfo incontestable de nuestra plataforma política y evidencia que el país está completamente de nuestra parte”. ¿Y qué pasó con los nueve millones que se abstuvieron? Algo similar ocurre con los que pierden las elecciones: nunca estarán dispuestos a admitir que fueron contundentemente derrotados y tratarán de alimentar las esperanzas de los suyos con afirmaciones parciales y tendenciosas.
De manera similar, no puede concluirse que la falta de representación femenina en la conformación política del senado, por ejemplo, implique que a las mujeres no les interesen los asuntos de gobierno, o que no estén capacitadas para el ejercicio del mismo, ni mucho menos que esto resulte un asunto mayoritariamente de hombres. Las razones para explicar dicha ausencia pueden ser muchas y tener su origen en múltiples condiciones diferentes, que no impliquen simplificaciones tan burdas.
Existen variedades de falacias por conclusión desmesurada conocidas desde la Antigüedad y ya Aristóteles había considerado ejemplos en sus estudios sobre lógica, cuando habló de las falacias por composición y por división, que resultaban en este estudio complementarias y simétricas. El error de composición se produce cuando se extienden al conjunto las propiedades que resultan ciertas únicamente para sus partes: no por el hecho de que los músicos sean excelentes puede concluirse de allí que forman una magnífica orquesta, como tampoco por tener buenos jugadores se puede inferir que un equipo de fútbol sea en todo el mejor y siempre imbatible.
Lo que resulta cierto por separado no tiene por qué resultar igualmente cierto cuando se unen las partes. Los ejemplos pueden ser muchos: la sal, por ejemplo, como cloruro sódico, aparece como una combinación química de dos elementos, cloro y sodio, que resultan ambos sumamente tóxicos y venenosos por separado, y sin embargo no es posible para el cuerpo humano sobrevivir sin este compuesto químico, que resulta vital en múltiples procesos metabólicos en nuestro organismo. Desde otra perspectiva, no es suficiente para un escritor el conocer palabras particularmente expresivas ni reunir un buen conjunto de frases de contenido contundente para componer a partir de ellas una historia que resulte llamativa que capte la atención de sus lectores. Tampoco resulta suficiente para un chef el reunir los mejores ingredientes ni los más exóticos para cocinar a partir de allí la mejor de sus recetas. Este tipo de generalizaciones resultan matizadas cuando se introduce en su formulación condicionantes como “puede ser” o “tal vez”, que permitan consideraciones de probabilidad frente a aquello que consideramos como rigurosamente cierto.
El caso opuesto del error por composición se da en la llamada Falacia de la División, que se produce cuando se pretende atribuir a las partes de un conjunto las propiedades generales del mismo: “Si juega en semejante equipazo debe necesariamente ser un futbolista muy bueno”. Ante este tipo de argumentaciones tendenciosas resulta importante hacer una separación entre el conjunto y las partes, dado que lo que es cierto para el todo no necesariamente resulta cierto para sus distintas componentes, las cuales debieran ser consideradas individualmente en sus características particulares. “Es una mujer muy bella, todas sus partes son perfectas”: habría que esperar a un examen más minucioso quizá…
Entre otras de las muchas falacias que pueden relacionarse con el tipo de error por generalización se pueden señalar el sofisma casuístico, que rechaza una regla general debido a la existencia de excepciones particulares, y también, por complementariedad, la falacia que pretende convertir en regla general lo que no constituye más que casos aislados y excepcionales, conocida en lógica como la falacia del secundum quid.