La ilustración se caracterizó por ser un periodo en el que los intelectuales criticaron a la Iglesia y buscaron alejarse de la idea de Dios y sus principios. Pese a esta idea general de la ilustración como un movimiento promotor del ateísmo, lo cierto es que en la Encyclopédie, editada por D’Alembert y Diderot, el término ateísmo contiene fuertes palabras contra aquellos que no creen en la divinidad. Según este texto, el ateo es aquel que, conociendo la idea de Dios y lo que ella implica, la rechaza, pues no hay ateísmo en la ignorancia. Esta ideología es descrita entonces como una pesada carga que deben llevar quienes tengan esta etiqueta “horrible”. Aun así, lo más probable es que esta definición fuera una forma de ocultar las verdaderas opiniones de los autores, pues Diderot era conocido por sus cercanos como un ateo practicante.
El ateísmo en la ilustración fue posible gracias a las publicaciones secretas y las reuniones clandestinas, pues ser abiertamente ateo significaba, tal y como decía la Enciclopedia, recibir el rechazo de la sociedad en pleno. Incluso se podían contraer problemas judiciales, pues el Estado laico todavía no existía y las sociedades estaban regidas por la Iglesia y sus mandatos. Así pues, los gobiernos de la época no toleraban ninguna minoría religiosa ni mucho menos el ateísmo, por lo que constantemente se hacían persecuciones de aquellos que fueran ateos o pertenecieran a otra religión o fueran sospechosos de serlo. Ejemplo de esto puede verse en el encarcelamiento que sufrió Denis Diderot por publicar textos ateos bajo seudónimo. Además, este le comentaba a Sophie Volland en una carta que supo de tres personas que fueron azotadas, humilladas y condenadas por conseguir ejemplares de libros ateos.
El clímax del pensamiento ateo durante la ilustración se vio en 1798, cuando Johann Gottlieb Fichte publicó en Alemania su ensayo Sobre la base de nuestra creencia en un gobierno divino del mundo en respuesta al Desarrollo del concepto de religión publicado por Friedrich Karl Forberg. Fichte recibió varias críticas y elogios de algunos pensadores de la época, dando lugar a lo que se conoce como la disputa atea (Atheismusstreit). No obstante, Fichte se vio obligado a renunciar a la Universidad de Jena, donde trabajaba como profesor, y a huir de Berlín por las amenazas que recibió contra su vida. El escrito fue finalmente destruido y prohibido.
Los principales pensadores ateos de la Ilustración son:
D’Holbach: este filósofo franco-alemán era abiertamente ateo. Fue uno de los principales participantes de la camarilla de D’holbach y del salón literario, en el cual se reunían varios ateos prominentes de París. Así, en una de estas reuniones llegó a comentar a David Hume
Spinoza: este filósofo neerlandés se separó y criticó la religión en la que había crecido, el judaísmo, y desarrolló el pensamiento panteísta, según el cual tanto el universo como dios son la misma entidad. No obstante, algunos autores ven en el panteísmo una forma de ateísmo, lo cual todavía sigue en discusión. Las posturas de este autor sobre la religión y sobre Dios pueden verse en su Tratado teológico-político, publicado en 1670.
Pierre Bayle: este filósofo francés no era un ateo como tal, pero fue objeto de críticas cuando en su Dictionnaire historique et critique definió a los ateos como ignorantes y ciegos ante la naturaleza de las cosas. Esto lo obligó a escribir en 1702 una corrección en la que argumentó que muchos ateos eran moralmente superiores a varios idólatras, descartando la idea así de que la inmoralidad estaba relacionada con el ateísmo.
David Hume: este filósofo escocés ahondó en las discusiones sobre el ateísmo en textos como Ensayos morales y políticos, De la superstición y la religión, Diálogos sobre la religión natural y De la inmoralidad del alma
Diderot: este filósofo francés, editor de la Encyclopédie y participante del salón literario, fue un ateo que, a diferencia de D’Holbach o el artista francés Jacques-André Naigeon, trataba el tema con bastante discreción. Así, en lugar de publicar sus opiniones sobre el ateísmo, prefería compartirlas con sus amigos y conocidos. Tanto así, que los escritos en que hablaba de ateísmo se los entregó a Naigeon para que los publicara luego de su muerte. En estos, Diderot afirmó que la existencia de Dios era innecesaria si se entendía que el universo tenía un origen natural.
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