Carpe diem es una locución latina que se puede traducir literalmente como “toma el día”, lo cual hace referencia a que se debe aprovechar el momento, el presente, sien preocuparse por el futuro. Esta locución fue usada por primera vez por el poeta satírico y lírico romano Quinto Horacio Flaco, más conocido únicamente como Horacio, en el primer libro de sus famosas Odas, publicado en el año 23 a. C. Así, en la página once se puede leer «Carpe diem, quam minimum credula postero», que puede traducirse como «aprovecha el día sin confiar en el mañana». A partir de entonces, la locución ha gozado de gran popularidad, siendo motivo de tatuajes, consignas y todo de usos, pues representa una filosofía de vida despreocupada, muy similar a la que propone la reconocida locución africana Hakuna matata.
La locución carpe diem está conformada por los vocablos carpe, imperativo activo en presente de la segunda persona de carpō, que se puede traducir literalmente como “arrancar”, “tomar” o “recoger”; y diem, que funcionado como acusador del dado y que se puede traducir como “día”. De manera que toda la expresión se puede traducir de muchas formas, como “arrancar el día”, “tomar el día” o “recoger el día”, aunque su sentido es unívoco y se pueden encontrar frases similares en el español como “vive cada momento de tu vida como si fuera el último” o “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Este tipo de visión sobre la vida fue especialmente popular en el Renacimiento, el Barroco y el Romanticismo, donde se hacía un llamado para disfrutar de los placeres de la vida que estaban al alcance de la mano y no preocuparse por las cuestiones del mañana, que eran inciertas.
Así, durante la Edad Media, época azotada por constantes guerras y epidemias que provocaban una esperanza de vida corta, el carpe diem eran entendido como una filosofía vital que llamaba a actuar en el presente, pues la muerte estaba al acecho. Durante el Renacimiento
El pasaje en concreto de las Odas en el que aparece esta locución es el siguiente:
Tu ne quaesieris, scire nefas, quem mihi, quem tibi
finem di dederint, Leuconoe, nec Babylonios
temptaris numeros. ut melius, quidquid erit, pati.
seu pluris hiemes seu tribuit Iuppiter ultimam,
quae nunc oppositis debilitat pumicibus mare
Tyrrhenum. Sapias, vina liques et spatio brevi
spem longam reseces. dum loquimur, fugerit invida
aetas: carpe diem, quam minimum credula postero.
Este fue traducido por Nicolás Vaughan en 2019 de la siguiente forma:
No indagues —no es lícito saberlo— cuál fin para mí, cuál para ti
los dioses han dispuesto, Leucónoe, ni tientes
los números babilonios. Cuánto mejor será padecer cualquier cosa,
ya que Júpiter te conceda muchos inviernos, ya el último
que ahora destruye contra los escollos opuestos
el mar Tirreno. Sé sabia, filtra los vinos y acorta
al tiempo breve la esperanza larga. Mientras hablamos, se habrá fugado
el tiempo celoso. Abraza el día y confía mínimamente en el futuro.
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