La comunicación asertiva, como su nombre lo indica, es la manera en la que una persona puede comunicar efectivamente sus ideas, opiniones, emociones, sentimientos, deseos y argumentos a una persona o a un público. Esta forma de comunicación exige del interlocutor propiedades lingüísticas como la coherencia, la cohesión, la pertinencia, la congruencia y la claridad; comportamientos morales como la honestidad, la sutileza, el respeto, la confianza y la tolerancia; y comportamientos relacionados a su propio cuerpo, como la buena dicción, la serenidad, la expresión corporal y la buena postura. Además de todo lo anterior, si la comunicación es escrita también se exige del interlocutor una buena ortografía y una buena caligrafía.
Este tipo de comunicación se encuentra en oposición a la comunicación agresiva, en donde la persona trata de validar su punto de vista elevando la voz, lanzando crítica e insultos a los demás y mostrando una gesticulación que trata de intimidar al otro o al público. Y también se diferencia de la comunicación pasiva, en donde la persona acepta con sumisión lo que las otras personas están diciendo y se muestra inseguro de sí mismo o de su punto de vista. De esta forma, la comunicación asertiva sucede cuando una persona puede expresarse sin entrar en conflicto con quienes lo están escuchando, tolerando las críticas y mediando cuando haya discusiones entre y con otros; y también sucede cuando la persona se expresa con confianza sobre lo que está diciendo y sobre la forma en la cual lo está haciendo.
Por todo lo anterior, la comunicación asertiva es una capacidad requerida para los trabajos en grupo y para el liderazgo, pues consigue que las personas apoyen el discurso o entiendan el comunicado de alguien asertivo. Así, a las personas a las que más se les exige este tipo de comunicación es a los políticos, pues deberían ser capaces de transmitir de forma clara y precisa sus opiniones, sus propuestas, su forma de gobierno o sus decisiones de una forma asertiva, cuidando de no irrespetar a los demás, principalmente a sus opositores. La comunicación asertiva también se exige en los documentos públicos, en los cuales muchas veces se utiliza un lenguaje confuso y ambiguo para ocultar la verdadera intención de quien lo escribió; lo propio ocurre con los contratos, donde se dejan vacíos legales o se escriben párrafos que pueden ser interpretados de distintas maneras.
Dado que la comunicación asertiva parte del mutuo respeto entre el interlocutor y quien lo escucha, se entiende que ambas partes tienen derecho a cometer errores, a expresar sus sentimientos, a aceptar las opiniones, a protestar y criticar con lo que no se está de acuerdo, a pedir aclaraciones, a pedir un cambio de tema o de interlocutor, a pedir ayuda, a rechazar solicitudes, a realizar una réplica, a presentar una solicitud, a cambiar de opinión o de línea de acción, a justificarse o justificar a otro y responsabilizarse por los errores. Así, se trata de que la comunicación entre dos partes que están en desacuerdo y que buscan una conciliación traten el tema sobre el que disienten en lugar de atacarse entre sí, recurriendo a falacias.
La psicóloga, psicoterapeuta y profesora Laura Fátima Asensi Pérez de la Universidad de Alicante, España, sugiere que para llevar a cabo una comunicación asertiva se puede recurrir a dos técnicas.
Tanto el disco rayado como el banco de niebla hacen referencia a estrategias verbales, las cuales pueden ser reforzadas por otras estrategias de la comunicación no verbal; aunque estas últimas también pueden usarse de forma independientes. Por ejemplo, podemos mostrar nuestro inconformismo con un argumento del otro con un cambio de gesto facial o un cambio de postura. También podemos mostrar interés acercándonos al otro, asintiendo o dirigiendo la mirada al otro con mayor frecuencia. A la hora de hablar, también podemos modular el volumen, el tono y el timbre de la voz para remarcar nuestras ideas o dotarlas de significados agregados. De igual forma, también es muy importante cuándo introducir un silencio, lo cual le dará gravedad a lo que acabamos de decir, podrá agregarle suspenso a una situación de una anécdota o podrá darle tiempo al otro para que medite lo que hemos dicho.
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