Los imperios Qin y Han marcan un antes y un después en la historia china, que pasó de los anteriores reinos fragmentados y las dinastías tradicionales, más rituales que efectivas muchas veces, a la realidad de una nación imperial y unificada, que habría de dejar una profunda huella en todas las dinastías posteriores y después, hasta las concepciones actuales del país. Aunque la primera dinastía fue muy corta y duró menos de veinte años, su Primer Emperador estableció un mandato fuerte y centralizado y una idea de unidad imperial que fueron aprovechados por la dinastía sucesora de Han para gobernar sobre la nación por los siguientes cuatrocientos años.
Tradicionalmente, la historia de la dinastía Han, que fue contemporánea del imperio romano, ha sido dividida en dos partes: Han del oeste, con capital en Chang’an, que reinó desde la instauración de la dinastía en 202 a.C. hasta el año 9 d.C., cuando un usurpador llamado Wang Mang tomó el poder y fundó una breve dinastía, y Han del este, que trasladó su capital a Luoyang y reinó desde el 25 d.C. hasta el año 220 d.C., cuando el imperio se fragmentó víctima de desastres y rebeliones y tres reyes se disputaron la sucesión de Han.
En todo caso, el reinado de Han constituyó un importante periodo de prosperidad y crecimiento general del país y su memoria quedó para la posteridad como la imagen de un imperio estable y apaciguado. El confucianismo fue declarado la religión estatal y dio base a toda la ritualidad y los ceremoniales imperiales, así como al sistema de elección de funcionarios gubernamentales y civiles mediante exámenes validatorios, que fue una práctica establecida hasta la promulgación de la República en 1912.
Durante su periodo de Han del este el progreso y los avances persistieron y la Ruta de la Seda llegó a convertirse en una de las vías comerciales más importantes del mundo, vehículo de conexión e intercambio entre los pueblos y territorios más diversos, desde China hasta Roma. Pero a medida que se fueron agravando de manera creciente los impuestos sobre la masa campesina fue creciendo también el descontento popular, aunado a desastrosos eventos de inundaciones y hambrunas, todo lo cual derivó en rebeliones masivas que terminaron por debilitar la autoridad del imperio. En esta coyuntura, la casta militar fue adquiriendo un poder cada vez mayor y los últimos monarcas de Han resultaron marionetas en manos de poderosos señores de la guerra. El último de ellos en la dinastía, el general Dong Zhuo, asumió la regencia y actuó de manera tan tiránica que provocó en el año 190 d.C. una alianza de los demás señores guerreros para atacarlo y despojarlo del poder. Dong Zhuo murió en un golpe de estado dos años después y aunque el emperador se mantuvo, el país se precipitó en la guerra civil. El imperio de Han fue dividido entonces entre varios señores de la guerra, y para finales de la dinastía fueron tres los grandes estados que sobrevivieron en pugna.
El estado de Wei, en el norte, apoyó a la corte sobreviviente de Han, que había abandonado la capital y se había refugiado en su territorio, y paulatinamente fue apoderándose de otros estados vecinos hasta llegar a ejercer un dominio absoluto sobre la llanura del norte de China. En 217 d.C., Cao Cao, señor de Wei fue nombrado rey. Tres años después, Cao Pi, hijo y sucesor de Cao Cao, terminó por destronar al último emperador de Han y se proclamó a sí mismo primer emperador de los Cao Wei.
Mientras, en el sur, el jefe militar del estado de Shu, Liu Bei, asumió el título de emperador de Han, en un intento de oponerse a Cao Wei y asegurar la continuidad de la extinta dinastía Han, por lo que su estado pasó a conocerse como Shu Han. Por último, en 221 d.C., Sun Quan, señor de Wu oriental, recibió del emperador de Cao Wei el título de rey, y poco después se declaraba independiente de Wei y fundaba su propio estado independiente de Wu al sureste del rio Yang Tze, surgiendo así como un tercero en disputa, por lo que el periodo posterior a la caída de Han fue conocido en la historia posterior como el periodo de los Tres Reinos: Wei, también llamado Cao Wei; Shu, o también Shu Han y Wu oriental.
Estos tres estados se mantendrían en pugna por los años siguientes, hasta que fueron absorbidos finalmente por el ascendente poder de la dinastía Jin, que surgió en Wei en 264 d.C. luego de expulsar al último de sus emperadores, y que logró consolidar nuevamente la unificación de China en el año 280 d.C., tras someter al estado de Wu oriental. Para este momento, las guerras y la inestabilidad del periodo inmediatamente anterior habían desolado grandes extensiones de terreno y la población había sido diezmada (se calculan las muertes del periodo de los Tres Reinos en decenas de millones), por lo que le correspondió a la dinastía Jin llevar adelante un nuevo y difícil comienzo.
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