La economía de España, al igual de que la mayoría de los países europeos, cuenta con un mayor protagonismo del sector terciario, también conocido como sector de servicios. La economía española es la quinta más grande de la Unión Europea y la decimotercera del mundo. Según un informe publicado por The Economist, España es el décimo país con la mejor calidad de vida. España cuenta con un PIB (PPA) de 1.405.437 millones de dólares, un PIB per cápita de 25.100 euros, un desempleo del 14,55%, un IDH (índice de desarrollo humano) muy alto de 0,885, una inflación de 1,8%, una fuerza laboral de más de 22 millones de personas y un salario mínimo de 1.054 dólares. La economía española se encuentra distribuida de la siguiente manera: sector de servicios, 65,6%; sector industrial, 11,5%; sector de construcción, 9,2%; sector energético, 2,8%; sector primario 2,5%.
La península ibérica era un territorio de una gran riqueza, por ello el Imperio Romano se esforzó en conquistar Hispania, concentrando sus actividades en la exportación de vino, aceite de oliva y salsa de pescado. Luego de la Hispania romana, la sociedad visigoda se concentró en las actividades agrícolas y ganaderas, por lo que no se diferenció mucho del manejo que se le había dado anteriormente a la península. Más tarde, esta fue ocupada por Al-Andalus, que transformó la economía primaria en una urbana. Para el siglo XV, la península fue reconquistada por los cristianos, que lograron hacer crecer la economía española gracias a la riqueza de los territorios de ultramar conquistados.
Para el siglo XVII, la economía española perdió su brillo debido a los gastos innecesarios de la corona y sus funcionarios, así como las guerras que significaban la inversión de millones de ducados. Ejemplo de ello son las guerras de Flandes, que le costaron al Estado más de 42 millones de ducados. Por esta razón, tuvieron que suspenderse los pagos y ofrecer juras-rentas a los acreedores como compensación. Para mediados del siglo XVIII, se dio inició a la revolución industrial de España, abandonando así la economía mercantilista que había caracterizado al país. De esta forma, la economía de la nación pudo modernizarse entrado el siglo XX, aunque no podía compararse con sus vecinos más desarrollados, como Inglaterra y Alemania.
Una vez terminada la Guerra Civil española, el país tuvo un desarrollo económico problemático, por lo que su crecimiento fue incluso menor que el de los países que habían sufrido las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. De esta forma, el periodo entre 1939 y 1957 estuvo caracterizado por una caída de la producción y del consumo, siendo racionados varios de los productos de primera necesidad hasta 1952. A finales de la década de 1950 y durante la década de 1960, la economía española comenzó a desarrollarse gracias a las políticas de apertura económica. Para estas fechas, el crecimiento del PIB anual tuvo una media de 7% y se diseñaron los autos SEAT 600, que ayudaron a motorizar la nación.
No obstante, pasada esta década, España perdió la oportunidad de liberar completamente el mercado, pues todavía seguían existiendo situaciones privilegiadas para unos cuantos debido a la autarquía de Franco. Pese a esto, y gracias a los planes cuatrienales de desarrollo (1964-1967; 1968-1971; 1972-1975), España logró un alto grado de crecimiento, que pudo verse reflejado en la renovación de la estructura nacional, hasta que ocurrió la crisis del petróleo en 1973. Esta crisis afectó profundamente a la economía española debido a que no producía energía y dependencia de las importancias para sus procesos industriales y de transporte. Esta crisis se extendió hasta 1977 y acompañó el proceso de democratización, teniendo incidencia hasta 1985, cuando volvió a efectuarse un crecimiento económico (debido en parte a la entrada del país a la Comunidad Económica Europea).
Luego de una crisis económica en 1993 y un incremento con una media de 3,5% producido entre 1995 y 2007, que llevó al país a ser la séptima economía más grande del planeta, se produjo la crisis del 2008. Esta se generó debido al final de la burbuja inmobiliaria y la crisis bancaria del 2010, extendiéndose hasta el 2012 y generando cifras alarmantes de desempleo que llegaron hasta el 27,16% de la población, siendo los jóvenes los más afectados (cerca del 57,2% de las personas menores de 25 años se encontraba en paro). Actualmente, la economía española ha logrado mitigar la crisis gracias varias inyecciones de dinero, aunque no ha recuperado los valores que poseía antes de esta crisis, y las cifras de desempleo, aunque se han reducido, sigue siendo preocupantes.
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