Los tejidos y células del cuerpo son suaves y se deterioran fácilmente sólo marchan bien si todos los aspectos de su medio químico y físico concuerdan continuamente para mantenerlos constantes y en equilibrio. Varios sistemas corporales actúan colectivamente para mantener un medio equilibrado en un proceso llamado homeostasis.

Los cambios químicos se dan dentro de cada célula están adecuados a contextos específicas: concentración de líquidos, niveles de oxígeno, glucosa y suministros vitales, equilibrio ácido-base y factores externos como la temperatura y la presión. El cuerpo debe conservar esas condiciones internas dentro de ciertos límites, porque de lo contrario fallan sus vías bioquímicas, se acumulan los desechos y los efectos adversos resultantes se extienden con rapidez.

 

Sistemas Homeostáticos

Diferentes sistemas corporales favorecen a la homeostasis. El sistema respiratorio asegura que el cuerpo posea un suministro firme de oxígeno, gas que se consume al liberarse energía de los nutrientes y no puede almacenarse. El sistema digestivo equipara y procesa nutrientes, algunos de los cuales sirven para remediar y mantener las viejas células y tejidos. El sistema circulatorio sirve distribuye el oxígeno y los nutrientes por todo el cuerpo, Igualmente de recolectar los productos desechos, que son eliminados por los sistemas respiratorio, urinario. El sistema tegumentario (piel, pelos y uñas), resguarda el interior del cuerpo de las fluctuaciones de temperatura, humedad y radiación del siempre variable medio externo.

 

Control y Retroalimentación

Los dos primordiales sistemas de control del cuerpo, nervios y hormonas, se encargan sobre todo de coordinar los mecanismos homeostáticos por medio de bucles de retroalimentación. Por ejemplo, los niveles de agua descienden sutilmente en los tejidos, la sangre y otros líquidos se tornan más concentrados. Diferentes sensores supervisan estos cambios, se conectan e informan y alertan al cerebro cuyos centros homeostáticos desencadenan en una secuencia de acciones de regulación. El control hormonal de la secreción urinaria se ajusta para conservar agua y la actividad nerviosa genera sed, lo cual impulsa a beber para reponer el nivel de agua. Los sensores van detectando los cambios hasta que la concentración de líquidos se normaliza y acto seguido se desconectan hasta la próxima vez que se necesiten. De este modo, la supervisión constante de las condiciones internas mantiene un medio interno estable que permite que células y tejidos funcionen con la máxima eficiencia.

 

Termorregulación

Un aspecto que muestra a las claras cuán confusa es la homeostasis interna, es la termorregulación o mantenimiento de una temperatura corporal más o menos constante.

El principio es muy fácil similar al de un calentador con termostato: se enciende o se apaga según los cambios de la temperatura. En el cuerpo, los músculos activos generan calor y el flujo de sangre lo disipa por todo el organismo. Pero una variación térmica de más de un grado centígrado (1 °C), intenta afectar a las reacciones químicas dentro de las células. Las moléculas proteínicas, en especial (incluidas las enzimas que controlan la velocidad de reacción), son muy sensibles al calor y si es excesivo, empiezan a deformarse y a perder su estructura tridimensional. Las terminaciones nerviosas sensibles a los cambios de temperatura desencadenan a los procesos termostáticos. Los vasos sanguíneos de la piel se dilatan para aceptar un mayor flujo de sangre, lo que desarrolla la pérdida de calor hacia el aire circundante, y la secreción que se crea al mismo tiempo sustrae calor del cuerpo por evaporación del sudor. De este modo, las situaciones tanto físicas como químicas del interior del cuerpo continúan relativamente estables y se mantiene el equilibrio.

NOTA: Los sistemas del cuerpo humano que intervienen “Equilibrio Corporal” son: Sistema Cardiovascular, Sistema Respiratorio, Sistema Digestivo, Sistema Urinario; además de los tipos de piel, pelo y uñas.