El evolucionismo, también conocido como evolución biológica para diferenciarlo del evolucionismo social y cultural, es un conjunto de teorías que defienden la idea de que los seres vivos evolucionan dependiendo de su adaptación al medio ambiente para configurar nuevas especies. De tal forma que los organismos mejor adaptados a su medio sobreviven y heredan sus características a sus descendientes. Si bien la génesis de la teoría evolutiva suele adjudicarse al naturalista inglés Charles Darwin y su publicación El origen de las especies de 1859, el evolucionismo cuenta con varios antecedentes desde la antigüedad. Así, por ejemplo, en la antigua Grecia el filósofo Anaximandro concibió que la vida se había generado en el agua y que más tarde había evolucionado en la Tierra; mientras que Empédocles afirmó que los seres vivos se desarrollaron en la tierra a partir de procesos naturales que no correspondían a una causa final.
Las ideas de Anaximandro y Empédocles sobrevivieron hasta que Grecia fue conquistada por Roma. Así, Lucrecio defendió la idea de Empédocles en su De rerum natura, donde defiende una concepción mecanicista del universo. Por otro lado, Aristóteles trató de describir las relaciones entre seres vivos en su Historia animalium, donde además organizó a los animales según la complejidad de sus cuerpos y funciones. No obstante, este filósofo creía que las entidades naturales eran inmutables. Esta visión teleológica de Aristóteles fue la que se impuso en la Edad Media, aunque autores como San Agustín, Erigena y Tomás de Aquino pensaron en un universo teleológico y al mismo tiempo mecanicista. En el otro lado del mundo, el filósofo chino Zhuangzi afirmó en el siglo IV a. C. que los seres vivos tenían la capacidad para transformarse con el fin de adaptarse a su entorno. Así, en el taoísmo, en Heráclito y en otras culturas alrededor del mundo, se puede encontrar la idea de que los seres y el universo están en constante cambio, en constante evolución.
De todas formas, la teoría evolucionista no logró el consenso de la comunidad científica y el público en general sino con Darwin, quien describió que el mecanismo por el cual la evolución ocurría en la naturaleza era la selección natural. Así, prosperaban los individuos que tuvieran las características que mejor los adoptaran al medio, quienes lograban heredar dichas cualidades a sus ancestros. Para sostener esta teoría, Darwin incluyó en El origen de las especies pruebas que había reunido en su expedición del Beagle durante la década de 1830 y descubrimientos que había realizado con posteridad. Si bien anteriormente ya se habían formulado ideas evolucionistas para tratar de explicar los descubrimientos biológicos de la época, la opinión pública seguía anclada a la teología natural y a la teoría del diseño inteligente, según la cual los seres vivos se encontraban en perfecto equilibrio en sus ecosistemas debido a que un arquitecto lo había diseñado así. Este arquitecto perfecto era Dios.
A los estudios de Darwin y sus promotores inmediatos se les conoció como darwinistas, pero más tarde esta teoría evolucionista reunió los conceptos de la selección natural con la herencia genética
El neodarwinismo fue posible por el redescubrimiento de los estudios de Gregor Mendel, aunque en un comienzo se pensaba que era una teoría saltacionista, donde la evolución estaba determinada por las mutaciones y la aleatoriedad. De esta forma, y aun cuando se habían comprendido mejor, los postulados de Mendel suscitaron un gran debate en el mundo científico. Algunos estaban en contra de estos y preferían defendender la idea de una continuidad invariable entre los padres y los hijos; mientras que otros autores se fueron apropiando de su teoría y de sus conceptos de genes recesivos y dominantes. Así, Thomas Hunt Morgan descubrió una mosca con los ojos blancos y experimentó con ella, descubriendo que esta característica funcionaba como un gen recesivo descrito por Mendel. Tras ello, publicó en 1915 El mecanismo de la herencia mendeliana, con lo cual los postulados mendelianos lograron la aceptación del mundo científico.
Pese a su éxito y aprobación, no estaba claro de qué forma se podía relacionar el discurso de Mendel con la Teoría de la evolución. Esto fue resuelto en parte por el biólogo británico Ronald Aylmer Fisher en 1918, cuando publicó The Correlation Between Relatives on the Supposition of Mendelian Inheritance. En este texto, Fisher demostró cómo la variación de una característica de un organismo estaba ligada a la posición de un determinado cromosoma a lo largo del tiempo. No obstante, se tiene como el primer trabajo neodarwinista al texto Genetics and the Origin of Species del genetista ruso Theodosius Dobzhansky, donde aunó la matemática genética de poblaciones a la teoría cromosómica de Thomas Hunt Morgan. Este trabajo luego fue secundado por los trabajos de Erns Mayr, G. G. Simpson y G. Ledyard Stebbins, quienes son considerados como los padres de la síntesis moderna.
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