El existencialismo es una tradición filosófica que tuvo su génesis en la Alemania del siglo XIX, se esparció por todo Europa luego de repartirse alrededor del mundo, y tuvo una influencia que se extendió hasta mediados del siglo XX. Esta corriente está enfocada en el estudio de la condición humana, del significado de la vida, de la angustia de la existencia y la muerte, de la libertad y de la responsabilidad que tiene el individuo. Pese a esto, no puede decirse que todos los pensadores adscritos al existencialismo compartían todas sus ideas o conformaban un sistema homogéneo de pensamiento.
Pese a que algunos autores piensan que la filosofía existencial nos ha acompañado a lo largo de nuestra historia como seres humanos, lo cierto es que tuvo su origen en el siglo XIX a partir de los escritos de Friedrich Niezsche y Soren Kierkegaard, el pesimismo promulgado por Arthur Schopenhauer y la literatura de Fiódor Dostoievski, adquiriendo finalmente su nombre y su consolidación como gran tendencia filosófica luego de las Guerras Mundiales y del pensamiento de Lev Shestov, Martin Heidegger, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir, Miguel de Unamuno, Karl Jaspers y Gabriel Marcel en el siglo XX. Esta se erigió entonces en oposición a las dos grandes escuelas filosóficas del momento: el empirismo y el racionalismo, en tanto no se preguntaba por las grandes cuestiones metafísicas sino por la condición humana.
Las escuelas del existencialismo son tres: existencialismo cristiano, existencialismo ateo y existencialismo agnóstico. Cada uno de estos podría definirse de la siguiente manera:
Existencialismo cristiano: nace a partir de la teología cristiana, argumentando que las enseñanzas del Nuevo Testamento se habían perdido a lo largo de los años y equiparando a Dios con la noción de amor, por lo que amar implica acercar a lo divino. En cuanto a la libertad y la noción de bien, este existencialismo cree que quien debe juzgar es Dios, a pesar de que los individuos tengan su propia idea del bien.
Existencialismo ateo: se desliga de toda creencia o pensamiento trascendental, dándole al ser humano la responsabilidad de sus propios actos y adjudicándole un sentimiento de angustia por la existencia y la muerte de la cual no puede ser rescatado ni por Dios ni por nada metafísico.
Existencialismo agnóstico: tiene su foco en el ser humano, por lo que la existencia o no de Dios o de estructuras más grandes no le es de interés, pero no por ello las descarta.
Los principales representantes del existencialismo son Friedrich Nietzsche, Soren Kierkegaard, Emil Cioran, Jean-Paul Sartre, Albert Camus, Simone de Beauvoir, Franz Kafka, Fiódor Dostoievski, Edmund Husserl, Eugene Ionesco, Gabriel Marcel, José Ortega y Gasset, Miguel de Unamuno, Walter Kaufmann, Karl Jaspers, Lev Shestov, Nae Ionescu, Arthur Schopenhauer y Martin Heidegger, entre otros.
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