Las funciones del lenguaje son los propósitos con los que el ser humano utiliza el lenguaje. Estos son estudiados por la comunicación y la lingüística. El número de funciones ha variado según el autor que las categorice. Así, según el filósofo, pedagogo y lingüista Roman Jakobson, las funciones del lenguaje son: la simbólica, la sintómatica, la señalativa, la metalingüística, la poética y la fática. Por su parte, el filósofo, lingüista y pedagogo Michael Halliday se mostró en desacuerdo con las anteriores funciones y con los estudios que no tenían en cuenta el contexto social a la hora de pensar el lenguaje, como Noam Chomsky, Ferdinand de Saussure y Louis Hjelmslev. Así que propuso tres funciones distintas: la ideativa, la interpersonal y la textual. J. L Austi y John Searle reemplazaron el concepto de función por el de actividad y señalaron que el lenguaje funcionaba a partir de las siguientes actividades: locutiva, ilocutiva y perlocutiva.
La función apelativa, también conocida como función conativa, es una de las funciones del lenguaje señaladas por Roman Jakobson que tiene como propósito generar una reacción del receptor. El término conativa proviene del latín conatus, que puede traducirse como “inicio”, en referencia a que las palabras del emisor inician la acción del receptor. De esta manera, el emisor le da una orden o le sugiere una a su interlocutor por medio de distintos recursos lingüísticos, como el modo imperativo, los vocativos o las oraciones interrogativas, así como adjetivos valorativos, elementos afectivos, recursos retóricos o términos connotativos. La acción requerida puede ser inmediata (pásame el cuaderno) o a largo plazo (tienes que mejorar tu forma de vida). De esta manera, la función apelativa la podemos encontrar en mensajes que transmiten órdenes o que piden favores, y también en aquellos que sugieren una acción.
Además de formar parte de las conversaciones cotidianas entre las personas, este tipo de función es ampliamente utilizada en la publicidad y en los discursos políticos. En el primero, se busca que el receptor consuma un determinado producto o servicio, para lo cual se utilizan verbos como “compre”, “aproveche”, “lleve” y “tome”, entre otros, que señalan directamente lo que el emisor quiere de su interlocutor. En el segundo caso, los políticos y los líderes sociales utilizan mensajes directos (denuncie a las autoridades), así como apelaciones indirectas. Por ejemplo, «¿no deberíamos unirnos para hacer frente a la situación actual?». En este último caso, pareciera que el emisor le da la libertad para unirse o no, o que no le está ordenando al receptor que se una; pero el discurso por lo general se construye con una serie de argumentos que hace que la adhesión no sólo sea lógica, sino también moralmente correcta. Por tanto, se apela al interlocutor para que actúe en defensa de determinados valores, de la patria, de su estilo de vida, de la familia, etc.
A continuación, algunos ejemplos de función apelativa.
Además de estos ejemplos en los que el emisor le pide explícitamente al receptor que realice alguna actividad, también existen mensajes que indirectamente le señalan al interlocutor que haga alguna acción. Por ejemplo:
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