Las funciones del lenguaje son los propósitos con los que el ser humano utiliza el lenguaje. Estos son estudiados por la comunicación y la lingüística. El número de funciones ha variado según el autor que las categorice. Así, según el filósofos, pedagogo y lingüista alemán Karl Bühler, las funciones son:
Simbólica: también conocida como representativa, es la función que da cuenta de los objetos y los sujetos reales o ficticios. Su uso parte de referenciar estos elementos por medio de símbolos. Esta función es la más importante y la única propia del ser humano,
Sintomática: también conocida como expresiva, es la función usada para expresar sentimientos o síntomas.
Señalativa: también conocida como apelativa, es la función que se usa para dar órdenes, sugerencias, mandatos o hacer preguntas. Para ello, utiliza señales.
El lingüista, teórico y fonólogo ruso Roman Jakobson pensó que las categorías de Karl Bühler estaban incompletas, por lo que crea las suyas agregando tres clases más:
Función metalingüística: utilizada para hablar del mismo lenguaje. Usualmente los enunciados escritos de esta función se ponen entre comillas.
Función poética: también conocida como función estética, es aquella que se utiliza con un propósito estético, indicándole al receptor que se fije en su forma. Usualmente emplea figuras literarias para sus composiciones.
Función fática: también conocida como función relacional, es aquella que se utiliza para prolongar, terminar o interrumpir una conversación, por lo que no posee contenido.
Por su parte, el filósofo, pedagogo y lingüista Michael Halliday no estaba de acuerdo ni con las categorías anteriores ni con los estudios de Ferdinand de Saussure, Louis Hjelmslev y Noam Chomsky, que pensaban el lenguaje como independiente del contexto social. Así propuso las siguientes funciones:
Función ideativa: aquella que representa la relación existente entre el mundo real y el hablante.
Función interpersonal: aquella que mantiene y establece las relaciones sociales.
Función textual: aquella que sirve de instrumento a los dos anteriores, permitiendo crear relaciones con la situación en la que se genera el texto.
Estas ideas del contexto y la situación luego fueron recogidas por J. L. Austin, en Cómo hacer cosas con palabras (How to do Things with Words), y John Searle, en Actos de habla (Speech Acts: An Essay in the Philosophy of Language), quienes reemplazaron el término de función por el de actividad. Así, diferenciaron las siguientes actividades del habla:
Actividad locutiva: es aquella en la que se emite un enunciado a partir de una actividad fónica (emitir sonidos), una actividad fática (emitir palabras para formar una secuencia gramatical) y una actividad rética (emitir secuencias gramáticas con un sentido específico).
Actividad ilocutiva: también conocida como actividad ilocucionaria, es el propósito con el que el hablante le entrega su enunciado al receptor, como puede ser preguntar, desear, aseverar, dudar, ordenar, describir, comentar, pedir, objetar, censurar, etc.
Actividad perlocutiva: también conocida como actividad perlocucionaria, es el efecto que el enunciado provoca en el receptor, como puede ser convencimiento, interés, calma, etc.
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