La libertad es la facultad de una persona para actuar según su propia voluntad. El origen de la palabra varía según el idioma. Para las lenguas romances, el origen de la palabra es latino, y proviene de libertas, libertatis, que hacía referencia a aquellas personas que eran libres jurídica y políticamente. Este vocablo, a su vez, está conformado por el sufijo de cualidad –tat- y el adjetivo liber, que significa libre, usado para denominar tanto a los hombres nacidos como libres (ingenui) como a los liberti, libertini, quienes siendo esclavos alcanzaban su libertad. Por su parte, en el alemán (freiheit) y en el inglés (freedom), el origen proviene del germánico antiguo, en donde la raíz frij- hacía referencia a algo feliz, agradable, querido. Es por ello que encontramos palabras como freund y friend, que quieren decir amigo, o como free o frei, que en sus orígenes se utilizaban para decir que un hijo legítimo era querido. Así se terminó relacionando a la persona libre de nacimiento con libertad.
De esta forma, se entienden dos tipos de libertad: uno positivo, que es cuando una persona tiene la capacidad para actuar según su voluntad; y uno negativo, que es cuando una persona tiene la posibilidad de actuar según su voluntad siempre y cuando no haya nadie que se lo impida. Ambos conceptos fueron recogidos después por la ideología del liberalismo, que buscaba el desarrollo de las libertades individuales y que tuvo su triunfo en Inglaterra con la victoria de la Revolución Gloriosa, en donde quedaron sentados los derechos individuales a partir de la Carta sobre la tolerancia y los tratados sobre el Gobierno Civil de John Locke. Poco después, estos derechos quedarían institucionalizados también en la constitución de Estados Unidos, en donde el Estado pasó a garantizar los derechos de sus ciudadanos. Finalmente, y luego de que se hiciera la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en 1789, en 1948 se ratificó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Uno de los grandes interrogantes de la humanidad ha sido saber si la libertad es compatible con la vida en sociedad. Si la libertad se trata de la capacidad de un individuo para elegir entre un abanico de posibilidades, podría decirse que es más libre quien tiene más posibilidades para sus acciones. No obstante, muchas de estas posibles acciones tendrán repercusiones en la vida de los demás. Es por esto que si bien en la Declaración Universal de los Derechos Humanos se reza en el artículo 2 lo siguiente:
Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.
Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido a cualquier otra limitación de soberanía.
En el artículo 29 se anota:
Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede desarrollar libre y plenamente su personalidad.
En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad democrática.
Por lo que la libertad implica no sólo el derecho a actuar según la voluntad propia, sino también el deber de actuar responsablemente para no vulnerar la libertad de los demás. Es por esta razón que Benito Juárez comentó el 15 de julio de 1867 que «Entre los individuos, como entre las Naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz».
En el campo filosófico, la libertad ha sido objeto de múltiples debates. La idea de libre albedrío cristiano ha sido puesta en cuestión porque o el ser humano es libre y puede actuar como desee sin interferencia de la divinidad, o, entendiendo que Dios es omnisciente, todas las acciones del ser humano están premeditas por la divinidad y, por tanto, sólo se está siguiendo el curso de un destino prefijado. Fuera de la religiosidad, el determinismo ha puesto sobre la mesa la idea de que todo el universo responde a una ordenación causal, por lo que en realidad la libertad no existe. Es por esta razón que autores como Pierre-Simon Laplace pensaban que el futuro y el pasado eran predecibles si se sabían todas las circunstancias que componía el presente.
En las ciencias sociales, el determinismo ha sido una teoría para estudiar el comportamiento humano a partir de ciertas condiciones. Así, el determinismo económico cree que las sociedades se transforman por sus cualidades económicas; el determinismo geográfico cree que las sociedades y los seres humanos están determinados por las condiciones espaciales en las que se desarrollan; el determinismo social cree que el individuo no tiene libertad sino que está determinado por la sociedad en la que vive; el determinismo de clase cree que las personas están determinadas por su condición social; el determinismo tecnológico cree que las sociedades están determinadas por el desarrollo tecnológico que poseen; el determinismo biológico cree que el comportamiento de las personas está determinado completamente por su estructura genética; el determinismo educacional o ambiental cree que el individuo está determinado por la educación que recibe; el determinismo psíquico cree que el comportamiento del ser humano está determinado por su construcción psicológica; y el determinismo lingüístico cree que la lengua y los conceptos que maneja una sociedad y un individuo lo determinan en gran manera.
Por otro lado, el indeterminismo defiende la idea de que nada está predestinado, por lo que la libertad sí es posible. Así, con el principio de indeterminación de Werner Heisenberg, quedó sentado que no era posible determinar al mismo tiempo dos características de un electrón. De tal manera que la realidad está sustentada en un mundo infinitesimal indeterminado. Siguiendo esta línea de pensamiento, Jacques Mond demostró, y por ello ganó el Premio Nobel en 1965, que las mutaciones genéticas eran cuestión del azar, por lo que la vida tal y como la conocemos en el presente no hacía parte de una sucesión de hecho causales, sino casuales.
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