La meritocracia es una forma de gobierno en la cual los cargos públicos son ocupados por personas que los ganan por mérito propio. Su origen proviene de la palabra griega mereri, que significa merecer, ganar, y krátos, que significa fuerza, poder. De esta forma, no se privilegia el origen ni la riqueza del aspirante, sino características como su inteligencia, su virtud, su aptitud, su esfuerzo o sus habilidades.
Uno de los mayores ejemplos de meritocracia es la organización social que tuvo el Imperio Chino durante el siglo XIV y el XX. Los mandarines, burócratas chinos, eran seleccionados a partir de un sistema de examen imperial. Este estaba conformado por un número de pruebas que, de ser superadas, significaban el ascenso social y la toma de cargos públicos. Aunque se tiene la creencia de que a estos exámenes podía presentarse cualquier clase de ciudadano, lo cierto es que únicamente podían hacerlo los hombres que no tuvieran familiares dedicados a profesiones sucias y que no se encontraran en algún estado de luto. A pesar de que no había una restricción de edad, los candidatos más longevos recibían pruebas más complejas y eran calificados con mayor severidad.
Los exámenes tenían como elemento común, entre otros, el estudio del pensamiento de Confucio, y se dividían de la siguiente manera: examen de distrito, examen de prefectura, examen de aptitud, examen de provincia, examen de la capital y examen del palacio. Además de estos, también había exámenes extraoficiales para aquellos hombres que no habían tenido una educación formal. Esto se hacía con el fin de que ingresaran a la administración pública con sus conocimientos extraoficiales. Aun así, no era extraño que fueran presa de discriminaciones por parte de los otros funcionarios.
El sistema meritocrático chino tuvo gran influencia durante la revolución francesa, pues los jesuitas habían adoptado y llevado el sistema hasta Europa. Es por ello que el reclutamiento a las grand écoles (prestigiosas instituciones de educación superior) y al servicio público se vio transformado por un sistema de selección por concurso.
En la actualidad, si bien la meritocracia no se utiliza para elegir al ejecutivo (presidente), sí que se pone en práctica para elegir a diferentes cargos públicos
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