¿Qué es la tecnocracia?
La tecnocracia es una forma de gobierno en la cual el poder es ostentado por las personas más capacitadas de la sociedad en determinadas áreas del saber técnico o científico. De esta manera, los cargos administrativos son ocupados por aquellas personas que sobresalgan en el conocimiento en el cual se han especializado y no en sus afiliaciones políticas. Así, a lo largo de la historia han surgido tecnócratas en el ámbito político que han buscado solucionar los problemas de una sociedad a través del método científico y no a través de los métodos económicos, filosóficos o políticos usuales. El término tecnocracia proviene del griego krátos (κράτος), que traduce “fuerza” o “poder”, y tékhnē, que traduce “técnica” o “arte”.
El origen del concepto de tecnocracia, según varios autores, se remonta a la obra Reorganización de la sociedad europea (Réorganisation de la société européenne en el original), publicada por el sociólogo y filósofo francés Claude-Henri Rouvroy en 1814. En este texto, Rouvroy afirma que la ciencia se encuentra todavía en la fase de la infancia porque no se ha concentrado de resolver los problemas políticos, que tienen un mayor impacto sobre la sociedad que los problemas propios de cada rama del saber. Entonces propone que la ciencia política sea sustituida por la ciencia de la producción, pues el poder deberían ostentarlo las persona que estaban revolucionando a la sociedad francesa en aquel momento: los técnicos y los industriales. El proceso por el cual la política de aquel entonces debía transformarse en una tecnocracia fue sintetizada por Rouvroy en lo que él denominó como “la administración de las cosas”, en oposición al “gobierno de las personas”.
Un pensamiento similar tuvo el también sociólogo y filósofo francés Augusto Comte, quien pensaba que la sociedad debía tener una dirección tecnológica en lugar de política, pues la historia había generado una revolución científica, industrial y tecnológica. Así, señalaba que sólo era real aquellos que podía cuantificarse empíricamente, como los experimentos científicos. De tal manera que los problemas sociopolíticos podían ser comprendidos con los instrumentos de las ciencias exactas para luego ser resueltos por estas mismas. La tecnocracia como concepto fue ganando popularidad hasta que se consolidó finalmente en la década de 1930 en el discurso político. Así, el desarrollo tecnológico de la sociedad promovido por los físicos, los químicos y los ingenieros generó la esperanza en muchas personas de un gobierno liderado por los sectores productivos; aunque esto también generó desconfianza en otro sector de la sociedad.
Poco después, el sueño de una sociedad liderada por técnicos industriales fue reemplazada por la de una sociedad liderada por directores, una figura que comenzó a cobrar relevancia cuando las fábricas y las empresas de la época entraron en la bolsa de valores. Entonces su propiedad pasó de un solo dueño a una junta de accionarios representados por un director. Más tarde, los técnicos fueron finalmente asimilados dentro de los gobiernos cuando el Estado comenzó a intervenir en la economía y cuando estallaron conflictos bélicos como la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Vietnam, momento en el que se les solicitó que pusieran su conocimiento a favor de la defensa y la seguridad nacional. Uno de los mejores ejemplos de esta introducción de los tecnócratas en la política es Robert. S. McNamara, quien fue presidente de la Ford Motor Company y después Secretario de Defensa de los Estados Unidos y presidente del Banco Mundial.
A finales de siglo XX y comienzos del siglo XXI, se hizo evidente que los tecnócratas ya no buscan asesorar a los gobiernos como anteriormente lo hacían, sino que pretenden hacerse con el poder de los Estados. De esta forma, se ha eliminado la distinción entre técnica como reino de los medios y política como reino de los fines, y la influencia de los científicos, y especialmente de los economistas, sobre las decisiones políticas cada vez es mayor. Ejemplo de ello son los Chicago Boys o el Club de Roma. Actualmente, en el centro del debate político se encuentran temas que antes solamente preocupaban a la comunidad científica, como el cambio climático, la sobrepoblación, el desarrollo de energías limpias y el acceso a la información, entre otros.