Virtudes cardinales

¿Qué son las virtudes cardinales?

Las virtudes cardinales son los cuatro valores morales más importantes del cristianismo, siendo los principios sobre los que, según esta religión, descansa toda la humanidad y provienen todas las demás virtudes, contenidas y derivadas de las cardinales. El concepto de virtudes cardinales fue desarrollado por el arzobispo de Milán, Aurelio Ambrosio, en el siglo en su famoso Comentario sobre Lucas del siglo IV. A partir de entonces, la idea de las virtudes cardinales sería apoyada por distintos teólogos de la época, como Agustín de Hipona, quien llegó a definirlas como cuatro formas distintas del amor que Jesús pidió que se tuviera al prójimo. Las virtudes cardinales en cuestión son:

  • Prudencia: virtud según que representa la capacidad para actuar de forma apropiada ante diferentes problemas y situaciones, reflexionando sobre las consecuencias que podrían tener las acciones elegidas en cada caso. Esta virtud es simbolizada por un pergamino, un libro o un espejo, en ocasiones atacado por una serpiente.
  • Fortaleza: también conocida como coraje, es la virtud que hace referencia a la capacidad para enfrentar el miedo y las situaciones difíciles. Esta virtud es simbolizada por un garrote, una armadura, una torre, un yugo, un león o una columna rota.
  • Templanza: virtud que hace referencia a la capacidad para autocontrolarse, ser discreto, ser moderado y abstenerse de las malas acciones. Esta virtud es simbolizada por la rueda, las riendas, las bridas, el pescado, las verduras, la taza o dos jarras con vino y agua cada una.
  • Justicia: virtud según la cual se le debe dar al prójimo aquello que le es debido, de forma equitativa con respecto a los demás y al bien común. En el caso de la justicia que ejerce Dios sobre los hombres, se le conoce como “virtud de la religión”. Esta virtud es simbolizada por la imagen de una espada, una balanza, escamas o una corona.

La idea de cuatro valores principales se puede encontrar desde la antigüedad, en el cuarto libro de la República de Platón, en el siglo V a. C. Los valores descritos por este filósofo eran los mismos que los cristianos (φρόνησις, ἀνδρεία, σωφροσύνη y δικαιοσύνη), los cuales fueron estudiados y ampliados por otros autores de la época como Protágoras y Cicerón, y por pensadores cristianos como Ambrosio, Agustín de Hipona y Tomás de Aquino. La influencia del mundo antiguo y del pensamiento griego sobre la cristiandad se debe a la escolástica, la corriente filosófica y teológica que buscaba comprender la religión cristiana a partir de la lectura e interpretación de los escritos grecolatinos.

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Aun así, podemos encontrar una mención a estos cuatro valores en el libro de la Sabiduría de Salomón

dentro de la Biblia y en textos apócrifos como Macabeos. No obstante, podemos ver que los filósofos incluían muchos otros valores a la hora de enumerar la serie de valores que rigen la buena conducta moral. Por ejemplo, Platón, recogido por Protágoras, habla de la santidad como un valor de gran importancia para el ser humano, ligado a la justicia; aunque no explaya esta idea en algún texto conocido. Por su parte, Aristóteles en su Retórica recoge que la virtud tiene las formas de templanza, coraje, justicia, magnificencia, liberalidad, magnanimidad, prudencia, gentileza y sabiduría. Fue Cicerón quien delimitó las nueve virtudes de Aristóteles en cuatro en su De Officiis. Estas virtudes fueron recogidas por Marco Aurelio en sus Meditaciones, donde las exaltaba como los bienes espirituales que una persona tiene en oposición a la riqueza, riqueza y los bienes materiales.

En la actualidad, teólogos jesuitas han propuesto que se unan las virtudes cardinales con las virtudes teologales para crear un solo cuerpo de nuevas virtudes, pues todas representan valores humanos que favorecen la comunión con Dios y con el prójimo. De esta manera, se tendría que los buenos cristianos deberían ser humildes, hospitalarios, misericordiosos, fieles, tolerantes, atentos y confiables. Estas virtudes teologales son:

  • Fe: esta virtud infundada por la divinidad mueve al intelecto, por medio de la voluntad, y lo lleva hacia las verdades sobrenaturales de la Revelación, sin que sea necesaria la evidencia. De esta manera, la fe se sustenta en la autoridad infalible de Dios sobre aquel a quien le revela la fe.
  • Esperanza: esta virtud infundada por la divinidad tiene influencia sobre la voluntad, llevando a las personas a confiar en la vida eterna y en los designios divinos, oponiéndose al pecado de la desesperación, que lleva al ser humano a distanciarse de Dios y de los valores que le ha revelado.
  • Caridad: esta virtud infundada por la divinidad actúa sobre la voluntad para que las personas puedan apreciar a Dios, al bien, por sobre todo lo demás. De esta forma, cuando se ama a Dios se le desea la gloria y el honor, los cuales serán devueltos al creyente en la justa medida.
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