Hacer una entrevista de manera correcta no resulta nunca una tarea sencilla y es importante ser cuidadoso cuando se trata de abordar a alguien para hacerle una serie de preguntas sobre un tema en particular. Sobre todo, se debe ser especialmente delicado en lo que se refiere al respeto por la persona y no caer en el error de encasillarla en una imagen preconcebida y prejuiciada, ya que esto no le permite a quien está siendo entrevistado expresarse genuinamente, y muchas veces por eso la persona se ve forzada a responder desde las expectativas y el punto de vista de quien hace la entrevista, lo cual, como puede suponerse, resulta totalmente inadecuado y es por ello desaconsejable. Es lamentable escuchar cómo, muchas veces, al entrevistar digamos a alguien que va por la calle, el entrevistador asume por principio que dicha persona posee un bajo nivel de educación y le hace preguntas de acuerdo a este tipo de expectativa, sugiriéndole incluso las respuestas desde la misma formulación de las preguntas, con lo que a la otra persona no le queda mucho espacio para expresarse desde sus propias capacidades, sino más bien desde lo que el entrevistador está esperando escuchar como respuesta. En cambio, cuando la entrevista es con alguien en una posición de poder (un gerente de banco, pongamos por caso), el mal entrevistador pareciera poner a la otra persona en un pedestal, absteniéndose de hacerle preguntas verdaderamente importantes para simplemente dar al entrevistado un espacio para que se alabe a sí mismo, sin que ni preguntas ni respuestas revelen nada en concreto sobre el tema real que se quería indagar. Tanto en uno como en otro caso, el procedimiento de entrevista resulta totalmente inadecuado, por lo que resulta importante que el criterio de respeto se aplique a todos de la misma manera y por igual, tanto para un gerente de banco como para quien vende minutos en una esquina, por ejemplo.
Por otra parte, a la hora de hacer una entrevista, es crucial que el entrevistador tenga bastante claro qué es exactamente lo que desea averiguar, sin imponer sus propios prejuicios e ideas sobre las otras personas, pero sí encauzando las preguntas hacia el tema principal de la entrevista. Para ello, sería deseable que, antes de abordar a la persona a quien se va a entrevistar, se tenga previamente definido un esquema de preguntas específicamente relacionado con el tema que se desea trabajar, lo que facilita enormemente el trabajo y permite que la sesión de preguntas se dé con fluidez y facilidad.
Sin embargo, es importante que se le conceda también un espacio a la espontaneidad y a la libertad del entrevistado de expresarse según sus propias creencias y experiencias, por lo que las preguntas deben ser lo más abiertas que sea posible y se debe estar atento también para hacer otras preguntas distintas del esquema previamente establecido, que surjan en el mismo momento desde la dinámica del diálogo y de la interacción que surge entre las dos personas, entrevistador y entrevistado. Nada más acartonado que una entrevista
Por último, resulta clave la amabilidad en el trato y las formas diplomáticas cuando se trata con una persona a la que se le hacen preguntas, más aun si algunas de esas preguntas pueden resultar indiscretas de alguna forma o indagan acerca de un tema que resulte de especial sensibilidad para la persona que responde. La empatía debe ser una de las características más relevantes en el entrevistador a la hora de acercarse a alguien para plantearle un cuestionario y aquel debe de tener el olfato suficientemente desarrollado para saber si sus preguntas resultan oportunas o no, y para abstenerse de hacerlas en caso de que no lo sean. Preguntarle a alguien, por ejemplo, víctima de un desastre qué siente ante la magnitud de la desgracia que acaba de experimentar es una de las muestras más deplorables de falta de empatía y de pobreza de imaginación y debiera ser cuidadosamente evitado en una entrevista hecha correctamente.
Así, en resumen, si se desea hacer el ejercicio periodístico de entrevistar a alguien resulta importante primero contextualizarse e informarse acerca del tema y del modo como se planea llevar a cabo dicha entrevista, tener preparado un esquema previo de preguntas que permita mantener el hilo del tema, sin que eso se constituya en una camisa de fuerza que cohíba la espontaneidad y la libre de expresión de quien responde, y guardarse de hacer preguntas sumamente incómodas o que puedan resultar ofensivas de la dignidad del entrevistado, manteniendo siempre un nivel de consideración y empatía por quien se presta a responder. A fin de cuentas, nos está regalando su tiempo, su atención y sus respuestas, y eso es algo que debiéramos valorar siempre con el mayor respeto debido.