¿Qué es el bautismo?

El bautismo es un ritual del cristianismo que consiste en derramar agua sobre la cabeza de alguien o sumergirlo en una fuente de agua. Este ritual es considerado como un sacramento dentro de las iglesias católica, anglicana, ortodoxa y ciertas iglesias protestantes, mientras que es considerada como una ordenanza de Cristo por los anabaptistas. Los primeros registros de esta práctica se pueden encontrar en el Nuevo Testamento de la Biblia, aunque algunos expertos aseguran que hay bautismos metafóricos en el Antiguo Testamento, como la circuncisión, la travesía por el Mar Rojo, el diluvio o la curación de Naamán, afectado por la lepra, tras bañarse en el embalse Jordán. De todas formas, no fue sino hasta el Concilio de Nicea, en el año 325 d. C., cuando se hizo obligatorio el bautismo para los fieles, decretando que la sumersión debía ir acompañad de la invocación de la Sagrada Trinidad sobre el bautizado. De esta manera, el bautismo implica el agua y la palabra, y sólo puede ser llevado a cabo por un sacerdote.

Los bautismos pueden llevarse a cabo de tres formas: bautismo por inmersión, la forma más primitiva del bautismo en la cual se sumergía al sujeto en un río, un lago o el mar después de bendecirlo; el bautismo por ablución, también conocido como bautismo por derramamiento, que es el más utilizado por la iglesia católica y en el cual se derrama agua sobre la cabeza del candidato; y el bautismo por aspersión, cuando se salpica el agua sobre el feligrés y que usualmente se realiza cuando la ablución es imposible. El bautismo, al sumergir al sujeto en el agua, lo sumerge a su vez en la muerte de Cristo, evocándole su sufrimiento y su ascensión. Por tanto, el bautismo perdona el pecado original (cometido por Adán y Eva), así como los pecados personales. De esta manera, el bautizado queda posibilitado para llevar una vida plena y bajo las leyes de Dios.

Dado que este ritual es el primer sacramento de la vida católica, usualmente son los padres quienes llevan a sus hijos a las iglesias para que el sacerdote los bautice. Por esta razón es necesario el sacramento de la confirmación para seguir la vida católica, pues este se da cuando la persona ya es mayor y puede decidir si quiere o no profesar la fe cristiana. Aun así, las personas bautizadas conservan este estado hasta su muerte, a menos que sean excomulgadas. El bautismo también es usual en los cristianos recién convertidos, caso que es más frecuente en adultos. El origen del bautismo se puede rastrear en los rituales que los esenios celebraban hacia el siglo II a. C., en donde sumergían a las personas en piscinas sagradas para purificarlas. Más tarde, los fariseos adoptaron la costumbre de sumergir en agua a los recién circuncidados, tras lo cual podían participar en el culto del Templo y acceder a los sacrificios. Finalmente, Juan el Bautista llevó a que el bautismo fuera el medio para convertir a las personas y por el cual se les libraba de todo pecado. De manera que la expiación se posibilitó por fuera del templo a través de este medio.

Si bien en el Nuevo Testamento se refiere explícitamente que el bautismo requiere agua y las palabras del sacerdote, varios de los primeros teólogos afirmaron que el agua no era necesaria. Esto fue criticado por Ireneo en Adversus Haereses y Tertuliano en De Baptismo’l, y más tarde también fue refutado por Agustín en su famoso Comentario al evangelio de Juan. Registros de bautismo por ablución o aspersión se pueden encontrar en el capítulo VII de Didaché (La enseñanza de los doce apóstoles), donde se hace referencia a un neófito que es bautizado tras derramársele agua tres veces. Hipólito, por su parte, refiere un bautismo en el cual el neófito es exorcizado e interrogado antes. Esta idea del bautismo más allá de sumersión también es referida por Cipriano, quien cuenta que algunos enfermos que no podían moverse y sumergirse al agua fueron bautizados de otra forma. De esta manera, el bautismo por inmersión fue abandonándose poco a poco con el paso del tiempo.

En muchas ocasiones, además del rito con el agua, se cuenta con la presencia de un padrino, quien se compromete a educar religiosamente al neófito. Para este caso, sólo se permite una pare de padrinos (mujer y hombre), o uno solo, ya sea padrino o madrina. De igual forma, se ha decretado que los padrinos deben tener una edad mínima de 16 años, haber sido católicos y haber recibido como mínimo los sacramentos de la primera comunión y la confirmación. Además de todo esto, se contempla que sea el padrino quien tome la tutoría del bautizado en el caso de que los padres fallezcan y nadie pueda hacerse cargo de él.