¿Qué es una falacia?
Una falacia es un argumento que pretende ser válido sin serlo, pues tiene problemas lógicos dentro de sus propias premisas o apela a información que no resulta relevante para el contexto en el que se desarrolla. Las falacias han sido usadas a lo largo de la historia como una forma de soportar los discursos y persuadir o manipular a las personas. Esto es usual mayoritariamente en el mundo de la política, los medios de comunicación y la academia, donde los candidatos, representantes, gobernantes, periodistas, investigadores o profesores buscan sustentar su punto de vista; aunque las falacias también se pueden encontrar en la vida cotidiana y muchas veces no son identificadas como tal. El término falacia proviene del latín fallacia, que traduce “engaño”.
El primer estudio que se hizo acerca de las falacias dentro de la retórica fue el realizado por Aristóteles en sus Refutaciones sofísticas, donde identificó, describió y catalogó trece tipos de falacias. Desde entonces, se han agregado cientos de falacias a la lista y estas han sido analizadas a profundidad no solo por la lógica y la filosofía, sino también por el derecho, la política, la ciencia, la retórica, la religión, la mercadotecnia, el periodismo, el cine y el arte. Si bien las falacias son argumentos que no son válidos racionalmente, esto no implica que sus conclusiones o premisas sean falsas ni verdaderas, pues la condición de que un argumento sea falaz o no se encuentra en su veracidad sino en su misma argumentación. De hecho, el suponer que una conclusión es falsa porque está dentro de un argumento falaz es una falacia conocido como argumento ad logicam.
¿Cuáles son los tipos de falacias?
A lo largo de la historia se intentado clasificar a las falacias de muchas formas. El primero en intentar una clasificación fue Aristóteles, quien identificó trece falacias y las organizó en dos grupos:
- Falacias del lenguaje: en este grupo incluyó la homonimia, la anfibología, la combinación la división, la prosodia y la forma de la palabra.
- Falacias que no dependen del lenguaje: en este otro grupo incluyó las falacias de accidente, relativos con absolutos, ignorancia a la refutación, ignorancia a la consecuencia, petición de principio, causa falsa y preguntas múltiples.
Además de esta clasificación, se ha intentado diferencia las falacias en deductivas e inductivas. Las primeras son aquellas que buscan su validez por medio de la deducción sin lograrlo, como es el caso de la falacia por afirmación del consecuente; mientras que las segundas pretenden apoyar inductivamente una conclusión sin conseguirlo tampoco, como es el caso de la falacia por generalización apresurada. La clasificación más conocida es aquella que busca distinguir las falacias en dos grandes grupos:
- Falacias formales: son aquellas falacias cuyo error se encuentra en la formación de los argumentos, en su estructura lógica. Uno de los ejemplos más conocido es el de la falacia de la afirmación del consecuente, cuando la premisa determina la conclusión y viceversa. Esto puede expresarse de la siguiente manera: si A es B, entonces B es A. Por ejemplo, si llueve hace frío, por lo tanto, si hace frío, está lloviendo. Otro ejemplo muy conocido es el de la falacia de la generalización apresurada, en la cual se presenta una conclusión general a partir de casos particulares. Por ejemplo, conozco a dos migrantes que robaron un supermercado, entonces todos los migrantes son ladrones.
- Falacias informales: son aquellas falacias cuyo error se encuentra más allá de la forma de los argumentos. Uno de los ejemplos más conocido es el de la falacia ad hominem, en el cual se ataca al interlocutor en un debate en lugar de rebatir sus argumentos. Otros ejemplos conocidos con la falacia ad verecundiam, cuando se apela a un autor con prestigio y autoridad para defender una posición, sin que se presenten argumentos coherentes; falacia ad ignorantiam, cuando se defiende la veracidad o falsedad de un postulado al no poder demostrarse lo contrario; falacia ad baculum, cuando se defiende una proposición con una amenaza; y la falacia del hombre de paja, cuando se distorsionan los argumentos del opositor y se rebate su discurso una vez ha sido alterado.