Las expresiones poéticas tienen raíces muy antiguas, que se extienden a las primeras formas de literatura escrita, entre las cuales pueden encontrarse obras como el Poema de Gilgamesh, el poema épico nacional de los antiguos sumerios, o el babilónico Enuma Elish, el canto de la creación del mundo. También los Vedas, libros religiosos del hinduismo, o los poemas épicos de la Ilíada o la Odisea de Homero, entre muchos otros, fueron escritos con estructuras rítmicas, posiblemente para ser cantados ante auditorios de gentes mayormente iletradas, en rituales o fiestas populares, así como para facilitar su recordación por parte de los sacerdotes y los intérpretes.
Origen de la poesía
Entre los poetas más famosos de la Antigüedad Clásica se recuerdan, además de Homero y para nombrar solo unos pocos más, a personajes como Hesíodo y Alcmán, contemporáneos suyos que escribieron obras en las que cantaban sobre el origen y naturaleza de los dioses; Safo, poetisa griega del siglo VI a.C. que llegó a tener una escuela de poesía propia y escribió odas y cantos nupciales; o Anacreonte, quien en sus poemas hacía celebración de temas como la belleza de la juventud y la alegría proporcionada por el vino.
También, filósofos como Platón y Aristóteles escribieron acerca de la poesía, más para tratar de entender su esencia y clasificarla en sus distintas categorías que como un ejercicio de expresión lírica. Fue Platón quien sobre todo profundizó en la distinción entre épica, drama y lírica, mientras que Aristóteles realizó un estudio estético en profundidad acerca de las diversas manifestaciones de la poesía, con lo cual elaboró toda una teoría literaria en su obra Sobre la poética.
Los romanos imitaron y adaptaron buena parte del pensamiento y las obras griegas a su particular visión imperialista del mundo. Una de sus obras fundamentales en ese sentido es el poema épico La Eneida, escrito por el poeta Virgilio Marón durante el tiempo del principado de Augusto, y en donde, a semejanza de como hicieron los griegos en torno a la Ilíada, se pretende remontar las raíces del pueblo romano hasta la misma Guerra de Troya y glorificar al imperio mediante una gesta mítica que pusiera de relieve los valores romanos y su destino labrado por los dioses. Virgilio fue considerado durante mucho tiempo, hasta la Edad Media, como el poeta por excelencia, por más de que en los tiempos del imperio romano también brillaron las figuras de importantes poetas como Lucrecio, Ovidio y Horacio.
Por supuesto, no solamente en occidente se ha cultivado la poesía, y son bien conocidas las obras poéticas de otros pueblos y civilizaciones desde la Antigüedad. Por ejemplo, los poetas Li Po (Li Bai) y Tu Fu (Du Fu) fueron considerados los mayores poetas nacionales de China en tiempos de la dinastía Tang, durante el siglo VIII d.C. En aquella época, tanto chinos como japoneses realizaron impresionantes antologías poéticas, como la colección de todos los poemas de Tang, con más de cuarenta mil poemas, y el Manyoshu (Diez mil poemas) japonés, del periodo Heian. El haiku, una de las formas poéticas propias del Japón, llegaría con el tiempo a alcanzar una difusión casi universal.
Los hindúes hicieron de sus grandes obras épicas, el Ramayana y el Mahabharata, sus más importantes poemas nacionales, al punto de que, hoy en día, la India recibe el nombre de Bharat en su propio idioma. Este último libro es el poema más extenso del mundo, con alrededor de cien mil versos pareados, y su nombre significa gran peso, pues, según la tradición, pesó más en una balanza que los cuatro Vedas, los libros religiosos de la India, escritos igualmente en verso. Al igual que estos, la literatura religiosa de muchos pueblos está también escrita en forma de poemas y merece una categoría aparte.
En Europa, por otra parte, durante la Edad Media fueron de gran popularidad los llamados juglares o trovadores, que deambulaban por las villas y ciudades cantando las gestas de sus grandes guerreros y sus reyes, y que llegaron a constituir la verdadera memoria colectiva de sus pueblos en una época en que la mayoría de las gentes era iletrada. Paralelo a ellos se dio otra forma de creación poética y moral, cultivada en los ámbitos religiosos y las escuelas monacales, conocida como méster de clerecía, y que resultó de vital importancia para dar forma y estructura a la poesía mística y religiosa de los siglos posteriores.
Estas formas evolucionaron para dar nacimiento a la poesía lírica europea de los tiempos anteriores al Renacimiento, que alcanzó su punto de máxima expresión en la obra de poetas como Dante y Petrarca. Posteriormente, durante el siglo XVI en España tendría lugar un resurgir de la literatura culta en torno a los temas clásicos, en lo que vino a ser llamado el Siglo de Oro español, donde brillaron las grandes figuras de las letras hispanas de la época, Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca, Góngora y Argote, entre muchos otros, sin olvidar, por supuesto, al magnífico Cervantes. Es la época de la gran poesía mística española, que encuentra a dos de sus más grandes representantes, aunque no únicos, en Santa Teresa de Ávila y en San Juan de la Cruz. Durante este periodo, también se dio una explosión de genio similar en Inglaterra, como en muchos otros lugares más, que produjo figuras de la talla de Shakespeare y Marlowe, entre toda una pléyade de grandes escritores y poetas.
Durante el siglo XIX cobraron especial importancia los movimientos románticos y nacionalistas en gran parte del mundo, y la poesía adquirió un nuevo y vigoroso impulso, incluso en América, donde figuras como las de Rubén Darío y Whitman, en español e inglés, respectivamente, cobraron dimensión e importancia casi universal, al lado de nombres como los de Keats, Yeats, Byron, Shelley, Blake, Novalis, Víctor Hugo, Pushkin, etc. En Colombia surgieron escritores de la importancia de José Asunción Silva, Julio Flórez y Rafael Pombo.
Finalmente, durante el siglo XX la poesía experimentó multitud de cambios y variaciones que rompieron los viejos moldes para dar paso a un ejercicio poético más libre y subjetivo, además de que su importancia relativa empezó a decaer a mediados de siglo. Como respuesta ante esto, en 1999 la Unesco propuso la celebración del Día Mundial del Poesía cada 21 de marzo, para mantener vivo el espíritu de este importante género y propiciar a partir de ello una reflexión sobre el papel esencial de la palabra y sobre las posibilidades de la literatura para nuestros tiempos actuales.