¿Cómo se desarrolló el absolutismo y el liberalismo en España?
Durante las guerras napoleónicas, los reyes españoles, Carlos I y Fernando VII, renunciaron sucesivamente a su derecho al trono en favor de Napoleón Bonaparte, en lo que se conoce como las “abdicaciones de Bayona”. Napoleón le cedió la corona a su hermano mayor, José Bonaparte, quien pasó a gobernar sobre el territorio español con el nombre de José I, aunque sus detractores lo conocían como Pepe Botella. Luego de instaurado el Estatuto de Bayona, que le otorgaba poderes a José I, se decretó en las cortes reunidas de Cádiz la Constitución española de 1812, de gran influencia liberal. Esta buscaba convertir a los antiguos súbditos del reino en ciudadanos y ofrecer esta ciudadanía a los criollos e indígenas de América. No obstante, debido a la ocupación francesa, esta constitución sólo pudo aplicarse en los territorios liberados. Con el regreso de Fernando VII, El Deseado, tras el Tratado de Valençay en 1813, el absolutismo fue reinstaurado en España. En 1814, cuando el rey ya estaba en la península, un grupo de 69 diputados le dieron el Manifiesto de los Persas y le pidieron que anulara todo lo que había sido aprobado en Cádiz.
Así, se reinstauraron las antiguas instituciones, la Inquisición, la censura y el régimen señorial, con lo cual la nobleza y la iglesia recuperaron su poder e influencia. Por su parte, los liberales fueron reprimidos para salvaguardar el régimen, siendo encarcelados y asesinados varios de sus principales líderes. Esto obligó a que la mayoría de liberales se exiliara de España. No obstante, el país contaba en aquel entonces con una enorme deuda, contraída por la guerra; una economía que no podía salir a flote porque los sectores más privilegiados se negaban a pagar impuestos; y graves problemas con sus colonias, que ya habían comenzado a independizarse. Es por esta razón por la cual la monarquía se fue debilitando poco a poco hasta el levantamiento de Cabezas de San Juan, cuando el coronel Rafael Riego se negó a llevar tropas a luchar en América. Viendo todos estos problemas, Fernando VII se vio en la obligación de jurar la constitución de 1812 y permitir el regreso de los liberales exiliados.
Luego de esto, la revolución burguesa, que había tenido su origen en Cádiz, se fue extiendo a Cataluña, Galicia y Navarra. Sin embargo, este movimiento liberal fue confrontado alrededor de 1823 por una oposición realista, conformada en su mayoría por campesinos influenciados por la Iglesia que no habían visto que su situación mejorara. Más tarde, los liberales se dividieron en moderados y exaltados. Los primeros ostentaron el poder hasta 1822 y de ahí en adelante lo hicieron los segundos, quienes buscaban que las reformas se implementaran lo más rápido posible. Por su parte, Fernando VII había permanecido todo este tiempo fraguando una conspiración contra los realistas. Fue así como marchó junto a los Cien Mil Hijos de San Luis, enviados por la Santa Alianza, hacia una España que no opuso mayor resistencia. De esta manera, el rey volvió al poder como monarca absoluto en 1823.
Tras su regresó, Fernando VII anuló todas las políticas de los liberales y persiguió a sus ideólogos y defensores, quienes tuvieron que exiliarse en Francia y Gran Bretaña, comenzando así lo que se conoce como la “década ominosa”. Desde aquí, se realizaron varios pronunciamientos sin éxito, como el de Torrijos en 1831. Pero, al igual que antes, la situación económica de la monarquía se vio en serias dificultades, principalmente por la pérdida de la mayoría de sus colonias en América. Para tratar de resolver esta situación, López Ballesteros instauró reformas económicas y administrativas que agravaban los bienes del clero, la nobleza y la Corte, quienes no tardaron en mostrar su descontento en protestas como la de los Malcontents en Cataluña. Toda esta tensión llegaría a su auge cuando Fernando VII, sabiendo que su tiempo en el poder estaba contado, derogó la Ley Sálica, la cual impedía que las mujeres reinaran en España. Así, los absolutistas reaccionarios se organizaron bajo las pretensiones por la corona de Carlos María Isidro, hermano del rey; mientras que los liberales moderados se organizaron bajo las pretensiones de Isabel, hija de Fernando VII. Para conseguir que fuera su hija la que quedara con la corona, la reina María Cristina permitió el regreso de todos los liberales exiliados. Más tarde, Fernando VII ordenó que Carlos y su familia se marcharan a Portugal para evitar una guerra entre las dos partes. Pero cuando el rey finalmente murió, estallaron las guerras carlistas, enfrentando a carlistas e isabelinos. Tras varios años de batallas, los isabelinos finalmente ganaron, Isabel II se coronó como reina y España adoptó políticas más liberales.