¿Qué es un huachicolero?

Con la designación de huachicolero se conoce a las personas que se dedican al robo de combustible y bebidas alcohólicas adulteradas (licor pirata) para su posterior venta ilegal. Este fenómeno social surgió como respuesta a la liberación de los precios del combustible en México durante el gobierno de Enrique Peña Nieta, con lo cual el precio oficial se incrementó considerablemente. El término huachicolero proviene de la palabra guachicol o huachicol, que en el argot mexicano hace referencia a una bebida alcohólica hecha con alcohol de caña y otros compuestos. El mercado ilegal promovido por los huachicoleros no sólo representa un problema para el gobierno y para la industria de licor y de los combustibles, sino también para el consumidor final, pues estas sustancias usualmente están adulteradas para aumentar las ganancias de los vendedores.

El robo de combustible se realiza usualmente de las tuberías de Pemex (Petróleos Mexicanos), la compañía estatal que se encarga de la explotación del petróleo y otros combustibles en México. Si bien esta problemática puede encontrarse a lo largo del tiempo en la historia mexicana, se recrudeció hacia 2010 por el incremento del precio de este líquido y como una forma de financiamiento para los carteles y las bandas delincuenciales. Dada la influencia de estos criminales en la vida política del país, varias investigaciones han arrojado que funcionarios de Pemex han facilitado el robo de combustible por parte de estas personas. Así, se sabe que se le han facilitado a los huachicoleros mapas de las tuberías, métodos para perforarlas y horarios en los empleados que dejan expuestos los tubos.

En la actualidad, esta actividad se castiga en la legislación mexicana como delito federal hasta con 20 años de prisión. Aun así, muchos huachicoleros son bien vistos por la comunidad civil, principalmente por los menos favorecidos, pues ofrecen el combustible a un precio mucho menor que el que se vende oficialmente. Por esta razón, algunas comunidades les han brindado protección y les han facilitado su labor. Según un artículo publicado en Los Angeles Times, comunidades enteras dependen del mercado negro del combustible, principalmente en Hidalgo, Oaxaca, Guanajuato, Tamaulipas, Veracruz y Puebla. De esta manera, en 2017 se estimaron 28 perforaciones al día; mientras que en 2018 se estimaron cerca de 40. Así, se registró que tan sólo en los primeros 10 meses de ese año se había realizado 12.581 perforaciones ilegales a las tuberías de Pemex. Esto ha supuesto un gasto de aproximadamente 3 mil millones de dólares en reparaciones y mantenimiento de las tuberías, sí como en compensaciones a los consumidores que dejaron de recibir el petróleo robado.

Más allá de los riesgos judiciales que supone el robo de combustible para los ladrones, se han registrado varios accidentes desde 2010 en varias personas han resultado heridas y han perdido la vida debido a explosiones e incendios del combustible. Este fue el caso de la explosión en San Martín Texmelucan de Labastida en Puebla, el 19 de diciembre de 2010, cuando murieron 29 personas; y el caso, más reciente, de la explosión del oleoducto Tlahuelipan en Hidalgo, el 18 de enero de 2019, cuando murieron 124 personas. Con la llegada de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) a la presidencia de México en 2018, se implementaron medidas para evitar el robo de combustible y para combatir las pandillas y los carteles que se dedicaban a esta actividad. Entre estas medidas se contaban el envío de 5000 soldados y policías para proteger los oleoductos y el desvío del combustible de varias tuberías. Sin embargo, esta política produjo escasez y problemas de abastecimiento en todo el país.

Además de la gran presencia de grupos al margen de la ley en los estados más afectados por este problema, los huachicoleros pueden prosperar debido a la escasa infraestructura carretera de estas regiones, que impide la presencia de las autoridades rápidamente. La modalidad en la que operan los huachicoleros consiste en frecuentar un determinado tramo de una tubería y perforarlo cuando no haya nadie vigilándolo (usualmente durante la noche). Luego de esto, se introduce una llave improvisada en la perforación y se extrae el combustible bajo lo que se conoce como “ordeña de ductos”. Más tarde, el combustible se vende en merados locales (conocidos como tianguis) o en la misma carretera, por lo general a un precio de entre 8 y 10 pesos por litro. Los combustibles más vendidos bajo esta modalidad son la gasolina magna y el diésel.