La dinastía Isauria, fundada por León III Isaurio en 717, llegó a su fin en 802 tras un golpe de estado que derrocó a Irene de Atenas, la última de sus gobernantes y primera mujer en ostentar en solitario el título de emperatriz (basilissa) o incluso, en algunos documentos oficiales, la forma masculina basileus, emperador de Bizancio. La conspiración fue llevada a cabo por un grupo de importantes aristócratas, militares y eunucos de la corte quienes, temerosos de que la emperatriz pudiera forjar una alianza con el rey de los francos y recién nombrado emperador de Occidente, Carlomagno, que resultara perjudicial para Bizancio, asaltaron el palacio que habitaba Irene y la destronaron, aclamando en su lugar a Nicéforo, su ministro de finanzas, quien reinó entonces como Nicéforo I y dio origen a su propia dinastía, la Niceforiana.

Sin embargo, al año siguiente a su ascenso Nicéforo debió hacer frente a una rebelión de sus propias tropas en Oriente, comandadas por uno de los antiguos generales leales a Irene llamado Bardanes Turco, quien fue proclamado emperador por sus hombres a mediados de 803 y se erigió como defensor de la fe ortodoxa y de la causa de la dinastía Isauria, además de que prometió revocar las estrictas medidas económicas de Nicéforo que habían afectado a gran parte de la población. Bardanes se dirigió entonces con su ejército a Constantinopla, pero su revuelta perdió legitimidad luego de la muerte de Irene en agosto de ese mismo año, además de que no encontró ningún respaldo dentro de la capital y Nicéforo logró sobornar a dos de sus más importantes generales, León el Armenio y Miguel al Amoriano, para que desertaran y abandonaran a Bardanes. Este se terminó finalmente por rendirse, gracias a la mediación de importantes representantes de la iglesia, y se retiró luego a un monasterio.

Las relaciones del imperio Bizantino con el califato Abásida fueron tensas durante casi todo el reinado de Nicéforo desde que, en 803, este se negara a pagar el tributo acordado tras la firma de una tregua en los tiempos del reinado de Irene. Las hostilidades se reanudaron entonces y en 806 los bizantinos se vieron derrotados y humillados por las fuerzas del califa Harún al-Rashid, que obligó a Nicéforo a pagar un tributo aun mayor y un “impuesto de rescate” personal por la vida del emperador y la de su hijo, Estauracio. Aunque la muerte de Harún en 809 desató una lucha civil dentro del califato que alivió la presión sobre Bizancio, el emperador Nicéforo no supo, o no pudo, explotar esta situación debido a que en ese momento su atención era reclamada cada vez más por la amenaza de los búlgaros en el norte, que terminaron finalmente por precipitar su caída. Las hostilidades plenas entre árabes y bizantinos no se reanudarían sino hasta principios de la década del 830, dando lugar durante este tiempo de tregua a una recuperación parcial de ambos reinos.

Las guerras con los búlgaros en esta época constituyeron una amenaza tan seria y resultaron tan determinantes para la suerte del imperio que merecen un tratamiento especial en un artículo aparte.

Por otro lado, con el reino franco de Carlomagno también hubo tensiones al principio del reinado de Nicéforo, dado que la coronación del primero como emperador de los romanos por el papa León III en el año 800 había caído muy mal en la corte bizantina y muchos eran de la opinión de que debía declararse la guerra en Occidente. Sin embargo, dado que ambos gobernantes no estaban muy interesados en enzarzarse en un conflicto desgastante y agotador para ambos, existiendo amenazas latentes en otros frentes, pronto llegaron a un acuerdo de no agresión, y Bizancio pudo retener sus posesiones en el sur de Italia y en Sicilia, así como la ciudad de Venecia, que resultaba vital para el imperio tras la pérdida de Rávena. En todo caso, y luego de diversas sublevaciones, los ducados de Dalmacia y el Véneto pasarían a estar bajo el poder de los francos a partir del año 809. A partir de entonces, los venecianos empezaron a surgir como una potencia independiente en el mediterráneo que llegó a jugar un papel crucial en la historia medieval de los siglos siguientes.

Como se dijo, la caída de Nicéforo tuvo lugar cuando luchaba contra los búlgaros en el año 811, en medio de una desastrosa campaña que le costó la vida y dejó herido a su hijo Estauracio. Pese a que este fue nombrado como sucesor en el trono, quedó tan incapacitado que debió abdicar hacia finales del mismo año en favor de su cuñado Miguel I Rangabé, muriendo poco después al año siguiente.