La dinastía Tang es recordada como uno de los pináculos de esplendor cultural y económico de toda la historia china, que reinó sobre un territorio unificado durante casi tres siglos, durante los cuales el imperio alcanzó sus más altas cotas de desarrollo y prosperidad. A su caída, ocurrida en el año 907 d.C., le siguió un complejo periodo de fragmentación e inseguridad: en el norte se sucedieron una serie de inestables dinastías (Liang, Tang, Jin, Han y Zhou posteriores) hasta la proclamación del reino Song septentrional en 960 d.C., mientras que en el sur se establecieron los llamados Diez Reinos, los cuales coexistieron con precarias relaciones entre sí y fueron finalmente derrotados y absorbidos por la dinastía Song, que reinó nuevamente sobre una China reunificada a partir de 982 d.C., con capital en Kaifeng.
Los Song favorecieron el desarrollo comercial y el crecimiento demográfico de su imperio, y durante su reinado se vivió un renacimiento cultural e intelectual en China, favorecido por los intercambios con los demás reinos de su tiempo. Inventaron el papel moneda y las letras de cambio para facilitar las operaciones comerciales; introdujeron cambios y mejoras en la economía agraria, lo que posibilitó la producción de excedentes y de consecuente riqueza; habilitaron un sistema de graneros imperiales para garantizar el abastecimiento continuo de los principales centros urbanos, que se hicieron tan populosos en aquella época que llegaron a albergar a millones de habitantes.
Para el momento de proclamación de la dinastía, la frontera nororiental estaba dominada por el estado kitán de Liao (una dinastía extranjera que se había instaurado desde los tiempos de la caída de Tang), y poco tiempo después se fundó en el centro norte de China el estado de Hsi Hsia, o reino de Xia occidental (también de origen extranjero, con elementos poblacionales provenientes de los tangut, los uigur y los tibetanos, así como miembros de la etnia china han), el cual declaró en el siglo siguiente su propio imperio y exigió igualmente reconocimiento por parte de los soberanos Song. Los Song alternaron la guerra y la diplomacia en sus relaciones con estos reinos extranjeros y llegaron en ocasiones a reconocerlos como iguales, intercambiando dádivas económicas (un eufemismo para hablar de tributos) y alianzas matrimoniales e incluso firmando tratados de paz con ellos cuando había sido agotada la vía militar. En todo caso, el comercio entre ellos raras veces cesó, y dichos estados fueron en general importantes clientes de la dinastía durante todo el tiempo que esta duró.
En 1115 d.C. tuvo lugar la rebelión de los yurchen, una tribu nómada del norte de China que estaba sometida al control de los Liao, luego de lo cual fue proclamado un estado yurchen independiente gobernado por su propia dinastía (Jin, o Kin, la dorada), la cual terminó por adoptó igualmente las formas imperiales chinas. El emperador Song y sus consejeros vieron en esto una oportunidad para derrotar al imperio de los Liao y recuperar los territorios bajo su dominio, por lo cual se aliaron con los Jin para llevar a cabo un ataque conjunto. En 1125 d.C. los Liao fueron derrotados definitivamente y expulsados, luego de lo cual la corte sobreviviente de los kitán se desplazó hacia el occidente, donde fundaron un nuevo estado independiente en el centro del Asia conocido como el Kanato de los Kara-kitai o de los kitán negros.
Sin embargo, los Jin, recios guerreros del desierto y la estepa, además de enamorarse de la cultura china advirtieron también las fallas militares y la debilidad del sistema administrativo de los Song, dividido para ese momento en discusiones internas entre los tecnócratas promulgadores de reformas y los aristócratas conservadores, por lo cual decidieron también atacarlos para apoderarse de los territorios septentrionales de China, llegando a tomar la capital imperial de Song, Kaifeng, en 1127 d.C. Los Song se revelaron entonces incapaces de presentar resistencia contra los Jin y debieron aceptar el retirarse al sur del rio Yang Tze Kiang, estableciendo su nueva capital en Hangzhou, con lo cual llegó a su fin el periodo de Song septentrional y se dio inicio al periodo de Song meridional, el cual habría de mantenerse por otro siglo más, hasta la llegada de los mongoles de Genghis Kan.
A pesar de su aparente debilidad inicial, la dinastía de Song en el sur logró restablecerse y defender sus nuevas fronteras de las incursiones extranjeras, en parte debido a la gestión de sus capacitados funcionarios militares, lo que dio pie a un asombroso renacimiento y a la restitución y continuación de los logros culturales que ya habían sido iniciados y desarrollados durante el periodo Song anterior.