Luego del largo lapso de casi cuatro siglos de inestabilidad social y política, aislamiento y fragmentación cultural entre el norte y el sur que caracterizó los últimos años de la dinastía Han y los periodos subsiguientes (los Tres Reinos imperiales de Cao Wei, Shu Han y Wu oriental; el régimen norteño de los Dieciséis Reinos durante el gobierno de la dinastía Jin del este y el periodo de las dinastías septentrionales y meridionales que siguió a su caída), China fue reunificada en 581 d.C. por la efímera dinastía Sui, que logró estabilizar el país y recuperar la prosperidad nacional, pero cuyo gobierno protagonizó tales actos de incompetencia, crueldad y tiranía que cayó poco después, durante el mandato de su segundo emperador.
A ellos sucedió la dinastía Tang, la más brillante y espléndida de la historia China, superior en muchos sentidos a la cultura clásica de Han y las dinastías anteriores. La dinastía Tang fue establecida por Li Yuan, un jefe militar de Sui que ganó cada vez más preponderancia y poder en la corte imperial luego de derrotar a las tribus turcomanas hostiles de la frontera norte y a los demás jefes militares rebeldes que pugnaban por hacerse con el trono. Li Yuan terminó por derrocar al último emperador niño de Sui y se proclamó a sí mismo emperador Gao Zu (elevado progenitor), fundando su propia dinastía en 618 d.C.
Luego de establecerse en el trono imperial, Gao Zu prosiguió con la ayuda de su hijo Li Shimin en la tarea de restaurar el orden en el país, pues aún persistían algunos jefes rebeldes que no reconocían su soberanía, pero se caracterizó por actuar con magnanimidad frente a sus opositores, incluidos los miembros de la dinastía anterior, asociándolos a su administración y permitiendo ciertas libertades en el gobierno de las provincias, lo que fue determinante a la hora de consolidar su mandato.
Entre las reformas introducidas por Gao Zu se destaca la promulgación de un cuerpo estandarizado de leyes, cuya relevancia radica en que sirvió de base para los modelos legislativos, no solo de las dinastías posteriores, sino también de otros países dentro de su esfera de influencia, como Corea y Vietnam. Durante su gobierno, el imperio entró en un periodo de auge en el cual las industrias se desarrollaron, el comercio interno y externo se revitalizó, el dinero empezó a circular nuevamente en grandes cantidades y las artes y ciencias entraron en una edad de oro.
China empezó a ganar tal nivel de preponderancia que en poco tiempo llegó a ser la nación más civilizada de su tiempo, cuando la capital de su imperio, Chang’an, se convirtió en la ciudad más poblada del mundo. La cultura, la economía y la política alcanzaron un punto de apogeo que quedó marcado en la memoria de las generaciones posteriores. La burocracia civil se profesionalizó mediante la adopción de un sistema de exámenes de admisión para servir en la administración. Esta medida, que fue adoptada y perfeccionada en las épocas posteriores, buscaba captar los mejores talentos por meritocracia, independiente de los lazos de poder asociados a la herencia de las familias aristocráticas y de los señores guerreros.
La obra civilizadora de Gao Zu fue proseguida e incluso engrandecida por su hijo Li Shimin, quien le sucedió como emperador y bajo cuyo reinado el imperio alcanzó su máximo esplendor. Sin embargo, la cuestión sucesoria no resultó nada fácil, pues Gao Zu tuvo casi veinte hijos de sus varias esposas y concubinas, por lo que Li Shimin debió adoptar drásticas medidas para asegurar su nombramiento, más incluso teniendo en cuenta que era su hermano primogénito el que había sido declarado como sucesor.
Los historiadores aún polemizan acerca del modo como Li Shimin accedió al trono, pues fuese como fuese, ya porque sus propios hermanos conspiraban para matarlo, ya por sus propias ambiciones personales, lo cierto es que Li Shimin eliminó a varios de sus hermanos, incluido el primogénito, para conseguir que su padre abdicara luego en su favor. Li Shimin asumió el poder como segundo emperador de la dinastía, con el nombre de Taizong, en 626 d.C. A pesar de la manera sangrienta como consiguió su título, aún se le recuerda como uno de los más grandes emperadores de China, pues fue un talentoso gobernante que supo llevar a su país a una época de prosperidad incomparable.