Hasta cierto punto, resulta lamentable la superioridad tecnológica de los españoles en materia de armas pólvora y caballos cuando arribaron primero a México con Cortés. Los indígenas los vieron como enviados de los dioses, o dioses mismos, lo que jugó un importante factor sicológico en el desenvolvimiento de los hechos posteriores de la conquista.
Pero no fue lo único que jugó a favor de ellos. Además de las divisiones y diferencias que existían entre los indígenas de México, pues muchos pueblos eran hostiles al imperio de los aztecas o se sentían agobiados por su dominio, factores como la introducción de nuevas especies y nuevos virus tuvieron un importante papel en la imposición de los europeos sobre los indígenas, por más de que en principio no estaban contemplados para dicho fin, puesto que dichos conceptos aun no existían entonces.
Al final, todo esto permitió un tipo de relación muy desigual entre unos y otros, que en muchos casos desembocó en el exterminio total de las comunidades indígenas, y que configuró una percepción europea de los mismos como seres inferiores y primitivos, por lo que incluso se desataron en Europa diversas polémicas acerca de si eran realmente humanos, o de si tenían alma. Con el posterior arribo de los africanos esclavizados como mano de obra, estas cuestiones solo no encontraron ninguna respuesta satisfactoria, sino que por lo contrario se agudizaron durante siglos. Por lo menos, esto da muestra de las importantes cuestiones que tuvieron origen en la conciencia europea con los nuevos descubrimientos, y de la persistencia de dichas cuestiones hasta nuestros días.
Sin embargo, a pesar de dicha percepción, imperios americanos como los de los aztecas (y los incas en el Perú) habían dado lugar a impresionantes civilizaciones, diferentes, es cierto, del concepto europeo de civilización, y también bárbaras y violentas (un poco como las mismas civilizaciones europeas), pero no por ello menos importantes por sus aportes y sus logros.
Por ejemplo, cuando los españoles arribaron a la ciudad de Tenochtitlan, el centro dinámico de todo el imperio mexica, se encontraron con una gran metrópoli de centenares de miles de habitantes, mucho más grande que muchas de las capitales europeas de su tiempo, y mucho mejor organizada. La ciudad había crecido originalmente alrededor de un islote en el lago Texcoco, al cual había ido desecando poco a poco, ganándole terreno mediante la construcción de chinampas, lotes dedicados a la agricultura donde se cultivaba para comerciar con los productos (maíz, fríjol, calabaza, chile ají, amaranto, etc.) y para alimentar de la ciudad entera. En su momento de mayor esplendor, Tenochtitlan pudo haber contado quizá con un millón de habitantes entre residentes y ambulantes, y estaba dotada para albergar tal cantidad de gente y mantener sus redes de suministros mediante calzadas que la interconectaban con los otros grandes centros de poder cercanos, en un complejo sistema semi lacustre que a los europeos les recordaba a su modo a la Venecia italiana.
Pero los aztecas también fueron grandes matemáticos y astrónomos, crearon un calendario mucho más preciso que los calendarios europeos y se valieron de un sofisticado sistema de escritura que solo era conocido en profundidad por los sacerdotes y los grandes gobernantes, quienes tenían un sentido mágico del mismo. Sin embargo, mucho de todo este saber fue destruido durante la conquista, bajo la excusa de que eran conocimientos suscitados por el diablo. A tal punto llegó el afán destructivo de los conquistadores que incluso fueron prohibidos algunos importantes cultivos, como la chía y el amaranto, por estar asociados a las ceremonias de los dioses indígenas, pero también porque constituían una importante base alimentaria de los mesoamericanos.
Por otra parte, los aztecas solo fueron los últimos depositarios de toda una cadena de civilizaciones que habían surgido y se habían desarrollado en América central a lo largo de al menos los últimos dos milenios, y que incluye, entre otros, los reinos de los mayas, teotihuacanos, toltecas, olmecas y zapotecas. Los aztecas refundieron gran parte de la herencia cultural y política de dichas civilizaciones, en una interpretación particular que impusieron sobre todo su imperio, y marcaron con ello poderosamente el carácter mestizo de toda la historia posterior de México.
Solo muy recientemente, los nuevos descubrimientos del mundo prehispánico de México, realizados muchos de ellos por científicos americanos con una perspectiva menos sesgada de su aporte al conocimiento, han permitido arrojar nuevas luces sobre el alcance de muchas de estas civilizaciones, aunque diversas cuestiones permanecen abiertas aún. Cabe esperar que este estado de cosas siga evolucionando y que, en un futuro próximo, los posteriores descubrimientos y avances permitan reconocer de una manera más plena los importantes aportes culturales, materiales y científicos que el mundo prehispánico americano dejó para la misma América y para el resto del mundo.