¿Qué fue la Revolución industrial?

La Revolución industrial, también conocida como Primera Revolución Industrial para diferenciarla de otras revoluciones homólogas, fue un proceso de transformación tecnológica, social y económica que se originó en el Reino Unido durante la segunda mitad del siglo XVIII y que en las décadas siguientes se expandió por Europa occidental, Norteamérica y el mundo hasta 1820 o 1840. Según señalan los expertos, este periodo significo la mayor transformación en la vida humana desde el Neolítico, pues la economía mundial dejó de estar basada en la agricultura y el comercio para convertirse en una economía industrializada, mecanizada y de grandes conglomeraciones urbanas. Sumado a esto, la riqueza y la renta per cápita se multiplicaron como nunca antes había ocurrido en la historia de la humanidad y el trabajo dejó de estar sujeto a las propias posibilidades del cuerpo humano y de la tracción animal.

La Revolución industrial tuvo su origen en la industria textil y la extracción y explotación de carbón. Más tarde se mejoró la comunicación gracias al invento de tecnologías como telégrafo y el teléfono, y a la construcción de carreteras, vías férreas y canales. Sin embargo, el éxito definitivo de esta revolución se dio con la invención de la máquina de vapor desarrollada por el ingeniero escocés James Watt. Esta tecnología permitió que la producción industrial y la capacidad de las máquinas se incrementara considerablemente. Después de usarse máquinas a vapor en las industrias, se desarrollaron los ferrocarriles y los barcos a vapor, que recortaron las distancias entre las naciones y las personas. Finalmente, la revolución abrió el paso durante la segunda mitad del siglo XIX para el desarrollo de la energía eléctrica y del motor de combustión interna.

Como consecuencia de todos estos cambios tecnológicos y de la transformación de la economía, la sociedad pasó a estar configurada por dos grandes clases sociales: la burguesía, dueña del capital, la mayoría de la renta y de los medios de producción; y el proletariado, conformado por todas aquellas personas que sólo podían vender su fuerza de trabajo a las industrias y los burgueses. Dicha separación social causó nuevos problemas sociales y laborales que se manifestaron en organizaciones como los sindicatos, en fuertes protestas y en el desarrollo de ideologías que buscaban cambiar el sistema imperante, como el socialismo, el comunismo, el sindicalismo y el anarquismo.

El inicio de la Primera Revolución Industrial ha sido objeto de discusión por distintos historiadores. Si bien hay un consenso en que todo comenzó a finales del siglo XVIII y terminó a mediados del siglo XIX, el historiador británico Eric John Ernest Hobsbawm sostenía que la revolución industrial tuvo su comenzó durante la década de 1780, con la invención de la mula de hilar, aunque los efectos prácticos de la industrialización no se verían con claridad sino hacia las décadas de 1830 y 1840. Por su parte, el historiador inglés T. S. Ashton sostenía que la revolución tuvo sus inicios en la década de 1760, cuando se inventó la máquina a vapor, y que terminaría en 1830. En cambio, historiadores como Nicholas Crafts y John Clapham afirman que no se puede hablar de una revolución porque el proceso de transformación social y económica fue gradual. Sobre lo que sí hay un mayor consenso es que la revolución tuvo un periodo de transición entre 1840 y 1870 antes de dar paso a la Segunda Revolución Industrial.

Las razones por las que la Revolución industrial surgió en Inglaterra son discutidas incluso hoy en día, pero muchas veces se señala que era un país con una gran disponibilidad de materias primas, en especial de carbón, indispensable para abastecer las máquinas a vapor y los altos hornos de las industrias metalúrgicas. Este suministro estaba soportado especialmente por la explotación de las colonias que la corona británica tenía para entonces. Entretanto, la sociedad inglesa se diferenciaba del resto de Europa, donde imperaba el feudalismo y las monarquías absolutas, pues contaba con una monarquía parlamentaria producto de la guerra civil inglesa que se desarrolló entre 1642 y 1651 y la revolución gloriosa de 1688. Esto permitía que las iniciativas privadas contaran con la suficiente seguridad jurídica como para desarrollarse sostenidamente. Un ejemplo de esto era el sistema de patentes industriales con el que contaba el Reino Unido.

Además de lo anterior, el Imperio Británico contaba con una gran población y una esperanza de vida superior al resto de países de la época debido a la fuerte caída de la tasa de mortalidad que produjeron las favorables condiciones sanitarias, higiénicas y alimenticias. Esto se manifestó por el desarrollo de las primeras vacunas, la depuración de aguas residuales y el desarrollo y las mejoras del sistema de alcantarillado; sumado a una alimentación regular y abundante que no dependía del éxito de las cosechas locales, pues los alimentos podían cultivarse en las colonias repartidas por todo el globo. Todo esto provocó que se redujera considerablemente la mortalidad infantil y que la población creciera. La presencia del Reino Unido en distintas partes del mundo y el tamaño y desarrollo de su flota también facilitó que las mercancías producidas industrialmente pudieran ser transportadas más allá del interior del mismo país hacia destinos internacionales. Este comercio liberalizó las relaciones y permitió la configuración del Tratado de Utrecht de 1713. Además del océano, el comercio se vio ampliado en sobremanera por tierra gracias a las vías férreas.