¿Qué es teleología?
La teleología es una rama de la metafísica que estudia el propósito y destino de determinados objetos o seres en el universo. En la actualidad, el término se usa para hacer referencia a la finalidad de un determinado proceso. La palabra teleología proviene de los vocablos griegos telos (τέλος), que traduce “fin”, “propósito” o “meta”, y logos (λογία), que traduce “razón”, “ciencia”, “tratado” o “discurso”. Varios filósofos desde la antigüedad han defendido la idea de que los objetos creados y usados por el ser humano tienen un propósito extrínseco, como la cuchara, que sirve para comer. Sin embargo, también se ha anotado que existe una teleología natural en la cual las entidades de la naturaleza tienen un propósito intrínseco, que va más allá de su utilidad para el ser humano. Así, Aristóteles defendía la idea de que las bellotas tenían el propósito de convertirse en robles.
La teleología fue rápidamente rechazada en la antigüedad por los atomistas, quienes rechazaban que la naturaleza tuviera un propósito; sin embargo, sus ideas permanecieron a lo largo de la humanidad, siendo defendida especialmente en la Edad Media por los pensadores cristianos, hasta la Edad Moderna. Aun así, pueden encontrarse vestigios de la teleología en la Crítica del juicio de Immanuel Kant y en la filosofía de Hegel. En la actualidad, algunos científicos y filósofos contemporáneos todavía discuten si los conceptos teleológicos son vigentes. La influencia de la teleología se puede encontrar en los conceptos de atractor en las matemáticas y de entropía en la física, y en la teoría del caos. La teleología también se ha relacionado con la evolución de las especies y la emergencia de la consciencia del ser humano.
El término de teleología fue acuñado en la filosofía de la antigua Grecia por Platón y Aristóteles. El primero menciona el concepto en Fedón, donde, en boca de Sócrates, afirma que las explicaciones de todo fenómeno físico son teleológicas. En este mismo texto, Sócrates se lamenta por las personas que no consiguen distinguir las causas necesarias y las suficientes de un objeto, a las cuales considera como causas materiales y finales, respectivamente. Así, en este diálogo platónico se dice que los materiales que componen un objeto o un cuerpo no son suficientes para que este se mueva y actúe, sino que debe existir un propósito que lo lleve a ello. Así, Platón llegó a la idea de que detrás del orden del mundo debía existir un diseñador inteligente que fuera responsable de todos los propósitos de las cosas, creándolas a partir de unos modelos universales del mundo de las ideas (arquetipos).
Más tarde, Aristóteles denegó de la filosofía de Demócrito, un atomista, porque reducía todas las interacciones entre las diferentes entidades (seres y cosas) del universo a meras necesidades, olvidando los propósitos que dichas entidades pudieran tener. Este filósofo también rechazo la idea del diseñador inteligente de Platón y afirmó que los propósitos de las entidades eran dados por la naturaleza. Luego, Aristóteles propuso que el universo constaba de cuatro causas, de cuatro teleologías:
- Causa material: aquello que compone a un objeto físicamente.
- Causa formal: aquello que determina el ser en un objeto.
- Causa eficiente: aquellos que produce un objeto.
- Causa final: razón por la cual un objeto existe.
Tanto para este filósofo como para otros, entre los cuales se podría mencionar a Epicuro y Diógenes de Apolonia, la causa final era la más atractiva para la filosofía, aunque sin las otras tres no se podía explicar el universo y la existencia.
La teleología finalmente entró en crisis tras la publicación de Novum Organum, escrito por Francis Bacon en 1620. En este libro, Bacon propone que las explicaciones teológicas deben dejarse de lado por no aportar conocimiento, por lo cual toda investigación debería centrarse en las explicaciones eficientes y materiales. Aun así, la teleología siguió existiendo en la filosofía del aristotelismo. Por ejemplo, Hegel concibe que el sujeto se encuentra inmerso en un universo descrito por las visiones colectivas de las naciones, las culturas, las identidades étnicas, etc. Estas visiones son antagónicas, pues cada una busca una meta dentro de la historia, por lo cual están en constante conflicto. Estas grandes narrativas, conocidas también como relatos teleológicos, son despreciadas actualmente por el posmodernismo. Este movimiento arguye que estos relatos reducen o suprimen las historias de las minorías y de los propios sujetos como entes individuales. Aun así, los relatos teológicos persisten en los campos del saber, donde se organizan los descubrimientos, las obras, las ideas y los autores de forma cronológica, suponiendo entonces un fin en el que todo sea conocido.