¿Qué es la cueva de Altamira?
La cueva de Altamira es una cueva ubicada en el municipio de Santillana del Mar, Cantabria, al norte de España, donde se encuentra el arte rupestre más antiguo e importante de la prehistoria. En el interior de la cueva de Altamira se pueden encontrar pinturas rupestres de gran realismo, coloreadas con tonos ocres, rojos y oscuros. En su mayoría, las figuras representan animales de dicho momento, como el bisonte y el caballo, aunque también hay pinturas con figuras antropomórficas e incluso dibujos abstractos. Los investigadores de la prehistoria han considerado este estilo como la “escuela franco-cantábrica”.
Esta cueva fue declarada en 1985 como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. En el año 2008, junto a otras 17 cuevas ubicadas en el País Vasco, Asturias, España, fue declarada como parte del conjunto arqueológico denominado como “Cueva de Altamira y Arte Rupestre Paleolítico de la Cornisa Cantábrica”. Distintas señales indican que la cueva de Altamira sirvió de hogar para los humanos prehistóricos del Paleolítico. Concretamente, los estudios de datación uranio-torio señalan que la cueva comenzó a ser habitada hace unos 36.000 años hasta hace 13.000 años atrás, cuando un derrumbe sepultó la entrada. De esta manera, se tiene constancia de que fue ocupada a lo largo de 22.000 años.
En el mundo moderno, la cueva fue descubierta en 1868 por el tejero Modesto Cubillas mientras cazaba junto a su perro, aunque no la investigó a fondo. Este descubrimiento pasó desapercibido porque el terreno ya contaba con varias cuevas. Siete años después, en 1875, atraído por la noticia de Modesto, Marcelino Sanz de Sautuola, un aficionado a la paleontología, la investigó a fondo y descubrió los dibujos; pero no les prestó mucha atención porque no le pareció que hubieran sido realizados por un ser humano. En 1879, Sautuola regresó junto a su hija María Sanz de Sautuola y Ecalante, que tenía para aquel entonces ocho años de edad. Fue ella quien descubrió las pinturas rupestres como tal, mostrándoselas luego a su padre.
En 1880, Satuola publicó un artículo titulado Breves apuntes sobre algunos objetos prehistóricos de la provincia de Santander, donde defendía que las pinturas eran prehistóricas, pero esto no fue aceptado por los paleontólogos y académicos del momento, como Mortillet, Harlé y Cartailhac. Esto se debía a la idea de que el arte era progresivo y en sus inicios la formas deberían ser muy primitivas, tal y como señalaban otras pinturas rupestres. Se gestó entonces una polémica sobre la autenticidad de las pinturas, que fue finalmente resuelta a finales del siglo XIX, con el descubrimiento de otras cuevas y elementos prehistóricos similares.